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OPINIÓN - MARTES, 3 DE ABRIL DE 2007

 

OPINIÓN / ESPAÑA CAÑÍ

La piel de la tierra
 


Nuria Van Den Berghe
nuriavandenberghe
@elpueblodeceuta.com
 

Hagan el favor de no presionarme psicológicamente, porque estoy estragaíta de la pechá de procesiones que me pegué ayer lunes. ¿Qué no fue para tanto? Vale, participé directamente tan solo en dos, pero le puse un sentimiento infinito, “por ser Vos quien sois”. La primera, como cada año, la salida del Santo Cristo amarrado a la columna y María Santísima de la O, llamada cofradía de los gitanos, porque es la de los calós. Túnicas moradas y capuchas sin capirotes, cíngulos blancos y uso y abuso de orfebrería hermosa, kilos y kilos de plata fina en velones, portavelas, inciensarios, pebeteros… Y mantillas. Innumerables gitanas de todas las edades elegantemente ataviadas con trajes negros, de los que se hacen expresamente para esta semana grande, con su poco de escote, mucha manga de encaje, el escapulario al cuello, la peina grande de teja y la mantilla amarrada al moño bajo con adornos de brillantes y broche central rizando el rizo. Una hermosura. ¿Qué si yo me visto de mantilla en “los gitanos”? de treintañera sí y era capaz de hacer el recorrido sobre los tacones, como manda la tradición. Ahora me pesan los años y prefiero mezclarme a rezar, cantar y bailar con las promesas, con el pueblo romaní que sigue a tropel al Cristo y a la Madre tocando palmas por bulerías y aprovechando cada parada para arrancarse a bailar en una improvisada zambra, sin más candelas que los ciriales de los cientos de nazarenos. Es arte por las calles, es homenaje bello de la tierra y es devoción profunda hacia ese Cristo nuestro al que llamamos “el Moreno” porque tiene la tez y el cuerpo bronceado por mil soles de abril… Dos horas con los gitanos, para cumplir la devoción y de allí, escopeteá, tomando atajos por las callejuelas de una Málaga que, la voracidad inmobiliaria nos quiere expoliar, hasta el barrio de la Trinidad, que se dice Triniá, en busca de Nuestro Padre Jesús Cautivo, ese que lleva en su cortejo a más de cien mil penitentes. Entremezclada con los fieles que miraban al cielo y hacían comentarios “¡Es que esta mañana ha llovío de cojones!” “Aluego ha aclaráo pa ver al Moreno y al Cautivo”.

El Moreno de los calós, el Cautivo de quienes tienen una pena y van a pedir o una alegría y van a agradecer. Zigzagueo por las calles de esa Triniá que hace relamerse a los promotores y que antaño tuvo corralones de una gracia que quitaba el sentío ¡Maldita sea la consejería de urbanismo y malditas recalificaciones!. No obstante, quien tuvo retuvo y aún resta cierta magia y una casita hermandad del Rocío con la Virgen en su hornacina, adornada de claveles y la leyenda que he memorizado, año tras año, en forma de plegaria “La Virgen del Rocío, no es obra humana, que bajó de los cielos, una mañana. Eso sería, para ser reina y madre de Andalucía” ¡Los pelos se me ponen como escarpias de canturrear la copla en verso! ¿Qué pueden estar leyéndome laicos y agnósticos? Pues que no me lean porque, bastante tienen con lo que no tienen. Y además, siguiendo a Nuestro Padre somos muchos creyentes y, en los Regulares de Melilla, que desfilan como príncipes con sus capas blancas y al son de la chirimía, hay mucho morito, es decir, que todos los que vamos, somos creyentes, porque creemos en un mismo Dios Todopoderoso y los agnósticos, se pueden ir a tomar, mientras, tanto una tapa de cañaíllas y si no les gustan, que se las metan por el trasero a modo de supositorio de glicerina y que nos dejen en paz con nuestra cultura, con esta Semana Santa que es la piel de nuestra tierra y que, como piel que es, está llena de terminaciones nerviosas y se estremece de emoción, siente escalofríos ante ese Cautivo vestido de seda de piel de ángel, nívea como la espuma, que flota andando por el puente de la Aurora, suena la chirimía, se rompen las gargantas. Mi Moreno, mi Cautivo, la piel de mi tierra… ¿Qué les voy a contar?.
 

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