Ayer fue Domingo de Ramos, jornada
venturosa en la que se recuerda la entrada de Nuestro Señor
en Jerusalén y la chiquillería, vestida de samaritanos,
desborda calles y avenidas siguiendo y persiguiendo a la
Pollinica. En mi iglesita de El Palo no regalan palmas,
porque son caras y si, encima, van adornadas por las
trenzadoras, resultan carísimas. Pero sí ofertan ramas de
olivo benditas que le llevan al párroco desde los montes de
Totalán y que salen gratis. Cada cual agarra su ramita y la
besa con unción y después ¡a procesionar! Por más que, el
levante, anuncie aguaceros. Y este año un buen contingente
de sudacas fervorosos, porque ellos han mamado el
catolicismo, es su cultura y se pirran por las
manifestaciones religiosas, que hacen suyas en un plisplás.
¿Los temas estrella del día? El jodido tiempo abrileño y la
entrada en vigor del visado para los bolivianos, aunque ya
tenemos a miles de ellos en situación ilegal en España y al
tratarse en la mayoría de los casos de campesinos y
campesinas sin la mínima cualificación profesional,
condenados a engrosar las bolsas de pobreza de las grandes
ciudades y a malvivir en pisos pateras de ochenta metros
para veinte ilegales. Eso sí, el Gobierno de mierda de su
país, en lugar de avergonzarse profundamente de provocar la
desbandada por la terrible pobreza que les asola, echa
balones fuera con la mayor cara dura, culpando a los
españoles, que estuvieron por última vez en esa cochambre
hace quinientos años, de su situación de desgobierno y
pésima gestión actual. Evo Morales, en verdad, no es más que
una ridícula figura folklórica, un dirigente populista rico
en simplezas dialécticas y especialista en hacerse votar por
los indígenas, por las mismas criaturas que luego tienen que
abandonar Bolivia ante el caos que reina allí. Los
indigenistas, realmente, dan un toque étnico muy
enriquecedor en las conferencias internacionales, pero son
de una ignorancia supina, cuando no auténticos payasos como
Hugo Chavez que tiene al 70% de la población en la miseria,
culpa a EEUU y se gasta los dineros del petróleo en
financiar hospitales en Africa o apuntarse a obras de
caridad estrambóticas, mientras su población sufre de
hambruna.
Realmente, todo país corrupto, gobernado por inútiles y
desastroso en la gestión de sus recursos, ve como única
salida exportar a sus hambrientos porque, cada pobre que
huye por las fronteras, es un descontento menos y encima, el
muy pardillo, suele vivir míseramente en su país de acogida
para enviar dinero al lugar de donde tuvo que salir echando
leches. Buenos dineros, apetitosos dineros, las remesas de
los emigrantes. Buenos dividendos para el país receptor,
porque, por ejemplo, en España, el dinero que envían los
inmigrantes, si fuera invertido aquí por los extranjeros,
produciría prosperidad, mientras que, lo que ahora provoca,
es tan solo una sangría de euros que salen al exterior.
Pésimo negocio en verdad.
¿Qué dicen? ¿Qué si los bolivianos son semanasanteros?
Bueno, en Málaga se les ve, pobrecitos, vestidos de
indiecitos, ellas con las polleras y los collares y son
piadosos, porque el legado que España dejó a los quetchuas
fue una lengua universal, el español, una religión
universal, el cristianismo, una cultura europea y un
mestizaje auténtico por el que se apellidan Perez o Jiménez.
Como en toda Hispanoamérica, aunada por lengua, cultura y
religión. Cuentan que, en una visita a un museo de Colombia,
la guía recalcó con rencor al visitante castellano “Y este
es el oro que ustedes nos dejaron, lo poco que no se
llevaron los españoles” El hombre le preguntó “¿Cómo se
apellida usted?” la colombiana respondió “Fernández” El
interlocutor alegó “Fernández es un apellido español” “Sí,
por mis antepasados” La verdad solo tiene un camino “Pues
los que se llevaron el oro debieron ser sus antepasados,
porque los míos nunca se movieron de España”.
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