Cada día son más los españoles que
practican la cultura de la movilidad humana y del viajar, no
se si porque no pueden frenar el impulso consumista que
tanto avivan las expandidas agencias de viajes, o si lo es
para ver otras vidas y mundializarse. Esto último sería lo
deseable, puesto que ponerse en contacto con otras maneras
de vivir, otras formas de ver el mundo y su historia, cuando
menos nos hace ver otras situaciones y reflexionar. Lo
indecente es planear viajes para el más alocado desenfreno,
allende los mares, donde nadie pueda reconocernos, para
saciar obscenos deseos y probar intemperantes sensaciones.
Esta pasión desmedida nos descierra como seres humanos,
llegan a consumarse aberraciones tan fuertes y humillantes
como la explotación de mujeres y niños en un comercio sexual
sin escrúpulos, que constituye un escándalo intolerable. Es
preciso hacer todo lo posible para que este turismo de
tapadera se ahogue en su propio vicio y no llegue a ser, en
ningún caso, una forma moderna de explotación a los más
débiles y marginados, sino que sea la ocasión de un útil
intercambio de experiencias y de un diálogo fructífero entre
distintas civilizaciones. Frente a este disloque, digo ¡no!;
¡no!, al turismo de tapadera.
Al parecer, también se ha incrementado el consumo y pequeño
tráfico de drogas en los viajes al mundo de lo exótico.
Tanto es así, que la Delegada del Gobierno para el Plan
Nacional sobre Drogas, Carmen Moya, ha presentado una nueva
campaña, bajo el lema: “Si te acercas a las drogas en el
extranjero, cualquier lugar del mundo será tu prisión”. Lo
que se pretende, con ello, es concienciar a la población
general que viaja fuera de España, y muy especialmente a los
jóvenes, de los riesgos que supone acercarse a las drogas en
el extranjero, riesgos que se añaden a los que se derivan
del propio consumo de estas sustancias sobre la salud. Junto
a ello, se quiere asimismo actuar como elemento disuasorio
para quienes en algún momento puedan verse tentados por la
posibilidad de traficar con drogas, pensando en aprovechar
una oportunidad económica que, a primera vista, parece
fácil. En este caso, lo más probable es que si se acercan a
las drogas, cualquier lugar del mundo puede convertirse en
una prisión y, en muchas ocasiones, en condiciones de
encarcelamiento muy duras.
Se tiene constancia de que en muchos países el consumo de
drogas en la vía pública o en locales de ocio está penado,
cosa que desconocen una gran mayoría de nuestros jóvenes. Y
no sólo hablamos de países exóticos, sino de países de
nuestro entorno, como los europeos, donde se concentran un
alto porcentaje de españoles detenidos por consumir o tratar
de traficar con drogas. Hay que ahuyentar los viajes de
tapadera, no se le puede dar cobertura a ese turismo
depredador que lo único que hace es manchar la industria
turística. La administración, así como todo el sector de
empresas y agencias, harían bien en promover un código ético
al respecto. Una justa ética del turismo influiría en el
comportamiento del turista, haciéndolo un colaborador
solidario, exigente consigo mismo y con quienes organizan su
viaje.
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