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OPINIÓN - DOMINGO, 1 DE ABRIL DE 2007

 

OPINIÓN / EL OASIS

Las esquelas
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Yo no sé si El País y El Mundo han sacado la noticia de la nevera o es que los periódicos locales han decidido ya olvidarse de todo cuanto esté relacionado con el GIL (Grupo Independiente Liberal). Lo cierto es que el viernes pasado sólo los reseñados diarios nacionales daban fe de que Antonio Sampietro ha sido imputado por un presunto delito de malversación de fondos, junto a dos diputados. Cuyos nombres omito porque no hay necesidad de nombrar a quienes las gentes conocen sobradamente como las dos personas más influyentes durante el Gobierno presidido por el Bon vivant catalán.

Y si alguien tiene dudas al respecto, puede dirigirse a Mohamed Chaib o bien a Mustafa Mizzian. Cualquiera de ellos está en condiciones de darle el nombre de uno de los imputados. El que careció en su día de la menor caridad que habría valido para evitarles a los políticos del PDSC un mal trago que pudo ser fatal en el caso de Chaib.

Ha sido el Tribunal de Cuentas, pues, el que ha descubierto irregularidades en dos de los expedientes inspeccionados durante la fiscalización de las cuentas de la Ciudad Autónoma entre los años 1998 y 2001. Al parecer se pagaron esquelas por la muerte de un familiar del entonces presidente, Antonio Sampietro, por valor de 701. 974 pesetas. (4.218 euros). Esquelas que fueron publicadas en El País, La Vanguardia, El Sur, y periódicos regionales.

Los habrá que digan que el acto que se les atribuye, como condenable, si así se confirma, es de tan escaso valor que no merecería la pena molestar a los imputados. Y alegarán que cuatro mil euros a estas alturas de la vida carece de importancia. Que ese dinero no llega ni siquiera para pagar un simple bautizo o comunión en local de segunda o tercera fila.

Pero si se confirma que los dineros públicos fueron empleados para pagar facturas de asuntos privados, lo conveniente es que tales individuos se sienten en el banquillo. Aunque, tal y como está el asunto de los tribunales, mucho me temo que los imputados serían acompañados por sus corifeos correspondientes para animarles cual si fueran víctimas de una perversa persecución.

De entre los ejemplos que estamos viendo, últimamente, el más reciente ha sido el juicio celebrado contra la ex directora provincial del desaparecido Instituto Nacional de Salud (Insalud) y secretaria de Política Autonómica y Social de la ejecutiva de los populares ceutíes. La cual fue llevada en andas a la sala de la Audiencia Provincial de Ceuta, como si fuera una diosa a la que había que proteger de los jueces, por parte de sus compañeros de partido.

Menos mal que la ex directora se declaró culpable, tras negociaciones con la parte acusadora, y fue condenada. Pues de haber habido la menor duda acerca de sus deslices prevaricadores, sus correligionarios habrían puesto el grito en el cielo y se hubieran buscado un enemigo político a quien cargarle las culpas de tamaña desgracia.

Esta moda de darle cobijo a quienes están imputados de delitos graves, por parte de militantes del partido al cual pertenecen o por afiliados de su sindicato, la padecí yo un día donde se juzgaba un atentado contra mí. Porque yo califico de atentado el que tres personas te aborden en la calle y te den la del pulpo sin venir a cuento. Suceda ello en el País Vasco, en Cataluña, en la calle La Sierpes de Sevilla o en la Plaza de los Reyes.

De pronto, miro y me encuentro con que la sala estaba repleta de compañeros de los acusados, pertenecientes a Comisiones Obreras y al frente de ellos iba un dirigente del sindicato. Convencido el hombre de que más valía conservar el voto de los acusados que condenarles por sus hechos. Así están las cosas. Y hay que contarlas.
 

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