¿Así que ochenta céntimos?. La
solvencia de ZP es como la probidad del tío Gilito, un
“zerolo” a la izquierda. La inmersión del leonés en la
realidad social es de lo más virtual, salvo que se vaya a
tomar el cafelito de marras en la vieja plaza del Mercado,
hoy Rafael Gibert, o en muchos (ya ni en todos) de los
cafetines regentados por nuestros moros en la Ciudad. Me
parece que tenemos a un Presidente alejado unos cuantos
kilómetros de la realidad el país. Y así, sin entrar en
otros detalles, no se gobierna.
Escribo desde Gijón (la antigua ‘Gigia’ romana), tomando la
brisa en lo alto del “picu” del Sol, con el azul Cantábrico
al fondo y la mina de La Camocha (esa “que está bajo el mar,
por eso los marineros oyen el grisú explotar”) alfombrando,
monte abajo, el verde valle de Vega. Al final llegué de
madrugada, con una fina lluvia repiqueando en el coche y
unos cuantos cafelitos en el cuerpo, sorbidos aquí y acullá.
Casi 1.200 kms. sin contar el Estrecho, suficiente muestreo
para un comentario de campo supongo, incluso, para los
analistas monclovitas. El segundo café (el primero como es
obvio me lo tomé en casa), bebido a bordo del barquito
pinturero en el que embarqué a las 7 de la mañana en una
travesía un tanto movidita, me costo 1,8 euros del ala,
servido eso sí con la amable sonrisa de Noemí, una linda
camarera. Pero el precio una vergüenza, oiga y menos mal que
llevaba para “mojar” unos cuantos dulces a precio de Tetuán.
Los siguientes cafés (‘solos’, ‘cortados’, con buena y mala
leche…) fueron fluyendo al interior según devoraba
kilómetros, subiendo a lo largo de la piel de toro, con un
coste medio entre 1 y 1.80 euros en sitios de lo más normal.
Creo que voy a coger las facturas y remitírselas a mi
vuelta, con un cordial “saluda”, al despacho de García
Arreciado a fin de que, en su papel de delegado del
Gobierno, se los remita a su jefe. Para que se vaya
enterando. El “reality show” y baño de imagen restante me lo
paso por las Horcas Caudinas.
Ayer por cierto no pude comentarles el accidente laboral del
lunes, en el que al menos cuatro trabajadores (según mis
fuentes en Marruecos) encontraron la muerte al desplomarse
la techumbre de una construcción sita en la carretera entre
Martil y Tetuán, a la altura del aeropuerto de Sania Ramel.
Hay varios heridos graves, entre ellos el dueño del hotel
“Yacouta” (La Esmeralda), ya saben, el que está a la derecha
de la carretera de entrada a la ciudad viniendo de Ceuta,
pues el diseño del nuevo urbanismo tetuaní obligó al
empresario a cambiar la ubicación del establecimiento. No
somos nada: “De Dios venimos y a Dios volvemos”.
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