España destaca en baloncesto:
somos los actuales campeones del Mundo. De ahí que hasta
exportemos jugadores a la NBA. Nuestros tenistas son cada
vez más altos, más fuertes, y varios de ellos compiten en el
circuito con resultados extraordinarios. Destacamos en
balonmano, en juegos playeros, en natación... Para conseguir
tales logros, no cabe la menor duda de que los participantes
han de contar con una extraordinaria condición física de
base.
También, al margen del deporte, nuestras modelos y actrices
destacan cada vez más en sus respectivas profesiones. No
sólo por su talento sino por la figura que lucen. Las
españolas, en general, son ya mujeres de mucho garabato.
Féminas que hacen deporte y cuya afición al gimnasio las
hace llamar la atención cuando pisan fuerte.
Ante semejante y extraordinaria realidad, nada tiene que
hacer ya el tópico de que España es un país de señores
morenos, bajitos, cetrinos, de adustez congénita y proclives
a mantenerse permanentemente cabreados. Mas nada de lo dicho
parece ser que convenza a quienes aún siguen empeñados en
airear que los futbolistas españoles son unos escuchimizados.
Que han crecido más o menos raquíticos, desnutridos, y por
tanto están carentes de las valencias físicas exigibles para
dar la talla en competiciones internacionales. Con lo cual
tratan de justificar los continuados y rotundos fracasos de
la selección española. De la A. Claro es.
Se resalta, eso sí, que en Barcelona es el único sitio que a
los jugadores bajitos se les aprovecha hasta límites
insospechados. Por lo que cuentan, en la Masía, cuando ven a
un chico de los que tienen el tren inferior pegado a la
yerba, lo preparan para que juegue a algo que Andrés
Montes -¡qué horror de narrador futbolístico!- ha
bautizado como tiqui-taca.
Arquetipos de ese laborar catalán, actualmente, son Xavi,
Iniesta, Cesc... Y a ellos se encomendó
Luis Aragonés para darle un estilo propio al
equipo español. Un estilo basado en la posesión del balón.
Toque y desmarque, una y otra vez, aun a costa de olvidarse
que existe un portero rival al cual hay que poner a prueba.
Los jugadores bajitos causaron furor en dos partidos durante
el último Mundial. Fueron elogiados como los inventores de
este deporte. Con una exageración rayana en la catetez.
Hasta que llegó Francia, con figuras en tiempo de declive,
sin mucha condición física, y nos puso en nuestro sitio de
costumbre. El estilo de España, ese de tener siempre el
balón sin hacer goles, le había fallado al seleccionador. Y
éste volvió a jugar sin estilo. Con lo cual consiguió que se
le echaran encima todos los periodistas que abogan porque el
equipo español, ante ese bulo de que los futbolistas carecen
de condición física de base, sea formado por los jugadores
menos altos del lugar y con mejor manejo del balón.
Yo les preguntaría a tales lumbreras si el nivel de vida de
los niños brasileños, por poner un ejemplo, les permite
comer más y mejor y recibir más y mejor preparación desde
que acceden a las categorías inferiores. Mi respuesta es que
no. Pero, a pesar de ello, los brasileños surten el mercado
mundial con jugadores dotados físicamente y casi todos
propietarios de unas habilidades que son deleitosas
La selección española, en su partido frente a Dinamarca, aun
estando los daneses con diez, sufrió lo indecible para
ganar. Lo cual puso histérico al seleccionador. Que se fue a
su casa para ver en vídeo si los bajitos habían sido la
causa de jugar sin estilo. Y a ellos les echó Aragonés la
culpa. De los bajitos se salvó sólo uno: el portero. A quien
le perdonó su miedo a salir para interceptar un saque de
banda repetido hasta la saciedad. Hay bajitos bien
patrocinados.
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