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OPINIÓN - DOMINGO, 25 DE MARZO DE 2007

 
OPINIÓN / EL MAESTRO

Añoranza

Por Andrés Gómez Fernández


El 75% de los profesores coinciden en que la educación ha empeorado en los últimos treinta años; queda, pues, probado el descontento con los resultados de la LOGSE. Los docentes en activo han vivido diferentes reformas educativas, y el porcentaje reseñado volvería a la estructura organizativa de los años 70 y 80, es decir, a la Ley General de Educación de Villar Palasí. Son los profesores de Secundaria y los de los centros públicos los que añoran en mayor medida la situación anterior a la LOGSE. Por otra parte, el mismo estudio, recoge que el profesorado, no se siente valorado socialmente ni reconocido por la Administración. Lo que más valoran es el reconocimiento de ser un buen profesor y una persona íntegra. Los docentes piensan, en relación con las familias, que las buenas relaciones y la confianza son sus principales valores, mientras que la despreocupación por sus hijos y el que los desautoricen ante ellos, son aspectos frustrantes. La falta de esfuerzo del alumno les causa preocupación. Y como punto importante “que se debe enseñar valores con el ejemplo”. Pero, ¿por qué ese porcentaje tan elevado considera que, en los últimos treinta años, la educación ha empeorado? ¿Por qué se añora a la Ley del 70? ¿Por qué para muchos no era necesaria la aparición de la LOGSE? La Ley del 70 era una necesidad. En la década de los 70 todos los países del mundo, acudiendo a la llamada de las Naciones Unidas, pretendieron esforzarse en potenciar al máximo el capital humano de su educación, como primera y fundamental variable de su desarrollo. Nuestro Gobierno de entonces –últimos años del franquismo- puso en marcha como primera aportación, un nuevo sistema educativo más social, más eficaz y mejor adaptado a la evolución que la sociedad española había experimentado, singularmente en los tres últimos decenios, desplazando a la ya arcaica Ley de Instrucción Pública de 1945. Me tocó recibir la Ley del 70. Fue bien aceptada por los maestros, pese a, como suele ocurrir, sin el consenso necesario, sobre todo en esos momentos. Pero, repito, fue bien recibida. De ahí su alto porcentaje de enseñantes que la echan de menos. La educación General Básica fue concebida como el nivel de escolaridad capaz de proporcionar al alumno los conocimientos, valores, actitudes, hábitos y destrezas de los que nadie debe carecer y que le permitirán desenvolverse en la variedad de situaciones en que presumiblemente se verán envueltos; una educación integral, abarcando todas las facetas de la personalidad humana en sus dimensiones individual y social… En una reciente conversación con un amigo, también con la añoranza de la EGB, ya que él fue sujeto activo de ella, y viendo la deriva que lleva la educación, observada por la trayectoria de sus hijos, no entiende nada de lo que está sucediendo, y arremete contra aquellos que tuvimos que realizar el cambio. Piensa el padre decepcionado que fuimos culpables de la implantación de la LOGSE, que no hicimos la suficiente presión, la movilización necesaria para su rechazo. Olvidaba mi querido interlocutor que, por nuestra parte, no tuvimos más remedio que aceptarla, en contra de nuestra voluntad. De nada sirvieron aquellas reuniones que mantuvimos con los representantes del Ministerio, que venían vendiendo la nueva como la panacea que resolvería los supuestos problemas de la Ley anterior. En mi caso, no me di por aludido, porque en lo referente a los contenidos de las áreas de mi responsabilidad, me mantuve fiel a mi EGB. A punto de finalizar mi tercera experiencia literaria, mi libro, “Un antes y un después”, básicamente dedicado a mis alumnos de la EGB, ellos, protagonistas directos del libro, ponen de manifiesto los éxitos conseguidos por ellos, y la situación de sus hijos y nietos. Me tocó despedirla. Un triste día, cuando el 30 de Junio de 1997, dijimos adiós a la mejor Ley de Educación de los últimos cuarenta años. Mis últimas palabras a aquel mi último curso de la EGB, fueron éstas: “Creo, Dios quiera que no me equivoque, que he ganado buenos amigos y amigas. ¡Yo también me lo he pasado bien! Y en los años que me quedan de ejercicio, bien desearía que los cursos que tengo que atender fueran como vosotros…”
 

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