Enchufo mi ordenador y acudo a mis
documentos para leer los sumarios que venían en una
entrevista hecha a Josep María Soler, Abad de
Montserrat, en El País. La fecha fue un 27 de agosto
de 2006. De cuya entrevista, por cierto, le prometí una
copia a un cura amigo. Pero hasta el momento no he cumplido
mi promesa. El hecho de guardar en el ordenador las
respuestas más destacadas del abad, de quien elogiaban su
prudencia, se debió a que no esperaba que alguien
perteneciente a la Iglesia pudiera hablar con tanta
rotundidad.
Ahora, a pesar de los meses transcurridos, el titular me
sigue pareciendo firme y vigoroso: “Es faltar a la verdad
decir que la Iglesia está perseguida en España”. De ahí que
siga sin entender que los socialistas no dejen de ser
tachados como fanáticos anticlericales.
Primer sumario: “Es fácil percibir que un sector de la
jerarquía católica tiene nostalgia del nacionalcatolicismo,
sobre todo en ciertos círculos de la Conferencia Episcopal”.
Y no puedo por menos que acordarme de Rouco Varela y
Cañizares.
Segundo: “Es lamentable que los obispos no tengan el coraje
de frenar la estrategia de envenenamiento de la sociedad que
llevan a cabo colaboradores de la COPE”. El nombre de
Federico Jiménez Losantos se me hace presente. Y qué
decir de Ignacio Villa, entre otros.
Tercero: “Veo a la Iglesia como una realidad llena de vida,
todavía, pero de una vida que languidece, sobre todo en
Europa. Pese a todo quiero ser optimista”. Y me voy directo
a entresacar este párrafo de la columna que le leí, el
jueves pasado, a Manuel Hidalgo en El Mundo.
“Los obispos se empecinan en hablar, para entendernos, del
laicismo furibundo de los gobernantes socialistas y, ahora
viene la hipótesis, lo que quizás esté ocurriendo sea un
deslizamiento de los católicos hacia un protestantismo
puesto al día y, claro, muy alejado del rigorismo nórdico”.
Cuarto: “La Iglesia no debe quedar identificada con ningún
partido concreto, en este caso con el Partido Popular como
lo está haciendo”. Todavía los obispos no habían salido en
manifestación por las calles de Madrid.
Preguntado el abad por si oye la COPE, responde: ¡No, no!
¡Gracias a Dios hay otras voces en la Iglesia! Por ejemplo,
en el tema de la COPE, que yo ya no la escucho, he hecho
algunas gestiones en el Vaticano, en la Nunciatura, y firmé
un documento que se envió a la Conferencia Episcopal
protestando por sus contenidos. Conviene decir que el
monasterio benedictino de Montserrat está muy enraizado en
la cultura catalana y su lengua. Y que en el imaginario
popular, dice su abad, es un referente del nacionalismo.
Aunque equiparar Montserrat a nacionalismo es una visión
reduccionista, según él.
Cuando leí la entrevista en el día de su publicación, donde
el abad Josep María Soler confesaba ser de centroderecha y
de amar a Cataluña sin complejos, ya me percaté de que
España caminaba hacia una gran división. Es decir, que
pronto estarían las dos Españas metidas en un peligroso lío
y ante las miradas atónitas y preocupadas de quienes forman
la tercera España.
La que está pidiendo a gritos que haya un partido de
derechas laico y que no haga suyas esas consignas diarias de
una emisora de radio en la cual hay programas que invitan a
creer que algunos obispos, al permitirlos, se han alejado ya
de la moral e ideales cristianos. Unos programas donde se
vierten expresiones brutales y terroríficas por parte de
varios personajes a cuyo frente está un caudillo converso.
Una inteligencia al servicio de unos intereses destructivos.
No me extraña que quienes pertenecen a la tercera España
estén asustados. No es para menos.
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