En treinta años que lleva Manuel Merlo en Ceuta afirma que
aún no ha encontrado ninguna persona que le pueda dirigir
sobre el escenario. Encargado del Centro Dramático desde su
fundación, prefiere actuar antes que mandar, pero opta por
no abandonar el bastón y ha decidido embarcarse en una nueva
aventura. Llevará las riendas del montaje musical ‘Amores
ocultos’, obra poética de 500 páginas en las que el
prestigioso oftalmólogo Francisco Romero deshace sus
sentimientos amorosos. A falta de definir algunos temas, el
proyecto se enfila internacional, pero él se mantiene
tranquilo. Asegura no tener pretensiones de Broadway.
Pregunta: ¿Quién es Francisco Romero?
Respuesta:Es oftalmólogo, humanista, pero sobre todo poeta,
como se describe. Es una eminencia europea en su campo. Le
conozco hace treinta años, pero le perdí la vista. Salía en
programas del doctor Beltrán. Ha vivido en Suiza, Alemania y
EEUU porque es muy inquieto. Hace diez años empezó a
reflejar sus primeras ideas en poesía, editó dos libros y
este tercero parece que le ha dolido más, le ha llegado más
al corazón. ‘Amores ocultos’ es un viaje de quince días con
una chica por varios países que le dejó una huella muy
profunda. Una historia que ha cerrado en 500 páginas.
P: ¿Qué visión das sobre qué estilo narrativo?
R: La visión mas emotiva, me quedo con la frase que el me
decía: no me quería enamorar y me enamoré, pensaba que era
ella quien se estaba enamorando y fue al contrario y al
final, totalmente enamorado, ella me dejó. Creo que está muy
bien narrado. Sigue una línea moderna, no rimada, muy
naturalista, sin pretensiones, sencilla de leer. Tiene
metáforas muy bonitas y numerosas descripciones.
P: ¿Porqué tú?
R: Al principio buscaron a un director escénico de Madrid
que fue el que les creo lo primero, a mi sólo, hace nueve
meses, me llamaron para intervenir con mi voz en dos temas.
Después de dos meses sin contacto, ya había un espectáculo,
pero a mi no me convencía. El autor quería que le vigilase
el texto y veía que se estaba perdiendo. Había problemas de
ansias de protagonismo musical, pero quiso contar conmigo y
Romero me dijo que podría hacer y deshacer lo que quisiese.
Desde hace quince días, es también mi proyecto.
P: ¿La vanidad es un problema?
R: En Ceuta no hay problemas porque a un actor un día le
toca llevar la luz y el otro está en el escenario. Cuando
alguien piensa que tiene todo el escenario para el, lo mejor
es que le toque la esquinita.
P: Repasa tu trayectoria artística...
R: Empieza en 1964 en Valdepeñas donde fundo un grupo al que
llamo ‘El Trascacho’ que todavía está vivo, pertenece a una
entidad literaria dedicada a las artes, tiene un certamen
importante a nivel de poesía internacional que ya va por la
46 edición. Se celebra todos los años en una cueva, en la
despedida de vino viejo y recepción del nuevo, no hay dinero
en metálico, simplemente símbolos artesanos. Está
considerado, a nivel internacional, de los más importantes.
Se juntan pintores, poetas actores... En el 67’ creé el
grupo de teatro y todavía están los que yo deje cuando vine
a Ceuta en el 76 más sus hijos.
Yo he estado estudiando con William Layton, Adolfo
Marsillach, Norman Caraborelli, Francisco Onieva, Richard
Finn, Yuri Berlavin, descendiente directo de la metodología
de Stanislawski. En el 95’ decidí no asistir mas a cursos.
He intervenido como actor en 200 funciones diferentes y 300
como director. Con el Centro Dramático vamos por la función
número 156.
P: ¿Te gusta más mandar o actuar?
R: Me gusta más actuar, pero aún no he encontrado en Ceuta
un director que me pueda dirigir. Llevo haciéndolo desde
1970. En la muestra de monólogos que hemos preparado con el
Centro quería que me hubiese dirigido uno de los actores,
pero al final no se pudo.
P: ¿ Cuáles son los valores de un director de teatro?
R: La ilusión y el cariño por lo que estás haciendo. Es muy
difícil manejar a un colectivo de actores porque somos
humanos y los hay que llegan pensando que son el divo de la
compañía. Por eso, hay que sacar la muleta, templar, parar y
mandar. Darse cuenta de quien es quien manda. Lo más
importante es que lo que haya encima de la mesa sea el alma
y no las particularidades de cada uno.
P: ¿ Un actor sobre el escenario se mide mejor cuando recita
o cuando calla?
R: Lo pudimos comprobar cuando preparamos ‘Doce hombres sin
piedad’. Había nueve actores que prácticamente no dicen
nada. Ahí es donde se mide al actor. Siempre lo digo, me
fijo mas en el actor que esta callado que el que esta
hablando porque tiene el texto, la fuerza y la voz
defenderse. Pero el que esta callado está sin recursos. Si
no lleva dentro a su personaje y siente la interacción del
espacio y del resto de actores, rápidamente te das cuenta de
que está fuera del personaje.
P: ¿Con miedo al proyecto?
R: Es un reto personal, es importante porque me va a dar la
opción de hacer un trabajo que tiene proyección
internacional de salida porque es un montaje que nace con
dinero. Ya hay contactos con Sudamérica para finales de
año...
No tengo pretensiones, no cobro nada por hacer esto. Lo hago
por cariño al autor y porque no quería que se desviase del
tema la obra. Mi cache es cero. Si me ofreciesen otras cosas
no lo sé, quiero mucho donde estoy, donde vivo y lo que hago
y no me gustaría que se produjera el vacío, tendría que ser
muy importante para poder cambiar con todo. Es una
experiencia más que dirá que estuve en el camino y en el
camino me he tropezado con esto. Y luego, estaré de vuelta.
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