Leyendo este periódico, llego a la
página 6 y se me viene a la vista una fotografía de Juan
Vivas y Jenaro García-Arreciado. Ambos, según
dice el pie de foto, están frente al stand de ACEMSA, debido
a que se celebra el Día Mundial del Agua. Su presencia en el
paseo del Revellín es para repartir folletos. Pero no es del
problema del agua de lo que yo quiero hablar, pues llevo ya
mucho tiempo sin recibir lecciones al respecto de Manuel
Gómez Hoyos, sino de las posibilidades que me ofrece el
daguerrotipo de Vivas y García-Arreciado para leer en los
labios de ellos la conversación que están manteniendo.
Las dos autoridades se delatan por los gestos
inmortalizados, por las medias sonrisas y por los semblantes
de pícaros que reflejan la fotografía. Ciertamente, me ayuda
también el saber que todavía colea el enfrentamiento entre
el político onubense y el diputado de Ceuta, Francisco
Antonio González. Por todo ello, me atrevo a decir que
la cháchara transcurrió más o menos así:
Delegado del Gobierno: Juan, te has fijado la pajarraca
protagonizada por el diputado de vuestro partido...
Juan Vivas: Mira, Jenaro, debes comprender que el hombre
está sufriendo la crisis de los cuarenta y tantos años.
DG: Coño, Juan, pues bien podría desfogarse de otra manera y
no metiéndose conmigo y con tanta saña.
JV: De cualquier manera, estimado delegado, tú le has
aplicado un correctivo muy fuerte. Lo has puesto a parir.
DG. Hombre, ¿qué hubieras hecho tú de estar en mi lugar?
JV. Actuar con más delicadeza. Y a lo mejor, fíjate, hasta
ponerle la otra mejilla.
DG. ¿No me estarás tomando el pelo...?
JV. Lo ves, delegado, tu problema es que te enciendes muy
pronto. Vamos, que arrancas al primer golpe de manivela.
DG. Eso me parece que me lo ha dicho ya, en otras ocasiones,
Manolo de la Torre.
JV: No me extraña. Puesto que ese nos observa detenidamente.
A propósito: me gustaría preguntarte los motivos existentes
para que Manolo te trate con tanta consideración.
DG: No tengo la menor idea. Aunque preferiría, si no te
molesta, seguir hablando del comportamiento del diputado de
tu partido.
JV: El diputado de mi partido tiene necesidad de hacerse
notar en la ciudad. Por cuestiones obvias. Pero espero que
no se te ocurra decirles a los tuyos que te lo he dicho yo.
DG: Por quién me has tomado, Juan... ¿Acaso te he dado yo
motivos, en el tiempo que llevo aquí, para que tú desconfíes
de mí?
JV: La verdad es que no. Y espero que nuestras buenas
relaciones, digan lo que digan los que todo lo arreglan
gritando, nunca se deterioren. Nos necesitamos Jenaro;
créeme que es así. Por tal motivo, yo te pediría que te
muestres menos impulsivo.
DG: No me pidas imposibles. Sobre todo cuando alguien, caso
del diputado González, denuncia que en la Delegación del
Gobierno suelo reunirme yo con los directores provinciales y
la ejecutiva de mi partido. Menuda jeta tiene el gachó.
JV: Sosiego, delegado; sosiego. Si es que eres incapaz de
estrangularle el cuello a tus pasiones.
DG: La verdad es que llevas razón. Pero cada uno es cada
uno. Y yo no puedo soportar que ese... que ese
chiquilicuatre, me critique a mí por lo que vosotros habéis
hecho también durante la etapa de Luis Vicente Moro.
JV. ¡Huyyyy...! Por ese camino, delegado, nunca me
encontrarás dispuesto a servirte de paño de lágrimas. Por
ahí no paso. Nuestras relaciones han de ser comprensivas y
muy discretas.
DG. Lo intentaré, Juan; lo intentaré...
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