En la mayoría de las ocasiones los
hombres metemos la patita hasta el corvejón por hablar,
cuando lo mejor que podemos hacer es estar calladitos. Ya se
sabe que, en ocasiones, calladito se está hasta más guapo.
Pues nada, no hay forma, por la sencilla razón de que el
hombre es el animal que tropieza dos veces en la misma
piedra.
Personalmente y en persona, diga lo que diga el mundo
mundial, los jóvenes y las jóvenas, creo que son muchas más
las ocasiones en las que el hombre tropieza en la misma
piedra. Y ni te cuento, serrana del alma, cuando el hombre
se lanza sin paracaídas desde miles de kilómetros de altura
con tal de conseguir conservar el puestecito que ocupa o que
le envíen a otro mejor donde siga ganando una pasta gansa,
superior a la que ganaba anteriormente y con el mismo
trabajo, o sea sin dar un palo al agua.
Oiga, amigo guardia, que cuando uno lleva años sin dar un
palo al agua, viviendo pendiente de que no se le vaya a caer
la llavecita de turno, esa que le vale sólo para hacerla
girar a la derecha o a la izquierda, dependiendo de tener
que decir sí o no, se hace muy cuesta arriba perder la
mencionada llavecita no vaya a ser que venga otro, se la
lleve y encima le cante aquello de “¿dónde están las llaves,
matarile, lire relo?”
No está el asunto para perder una llave por muy pequeña que
sea. Que la llaves, se quiera o no, abren muchas puertas,
incluso abren las puertas de buenos pisos con garaje
incluido. Y no se me puede negar, que no hay mejor lugar
para guardar el coche que en una plaza de garaje vigilada
que, por supuesto, también tiene su llave correspondiente.
¿Y todo gracias a qué?. Pues a tener esa llave mágica que
nos hace ganar una pasta gansa, trabajar poco y poder
disfrutar de los placeres de la vida.
Oiga, no es por nada, pero cuanto más tiempo tengamos en
nuestro poder, esa llave mágica que tantas puertas abre,
mucho mejor para el poseedor de la misma. Y es que, como te
quedes sin esa llavecita famosa, vas de p…culo.
Por eso nada me extraña que, aquellos que la poseen, luchen
con todas sus fuerzas por seguir manteniéndolas en su poder
y no se quieran desprender de ella jamás. Pensar lo
contrario sería una tremenda estupidez. Que llave, como la
madre, o hay más que una y a algunos les tocó en la tómbola
de la vida, sin hacer mayor esfuerzo que estar en el sitio
oportuno en el momento elegido. ¡Suerte que tienen esos
elegidos por la diosa fortuna!
Todos estos que tuvieron esa suerte de encontrarse con la
llave mágica, deben medir bien cuanto dicen en defensa de la
misma para, con ello, evitarse recibir repuestas a sus
palabras que, poor supuesto, no le va a sentar nada bien. De
ahí, que calladito, con la boquita cerrada para que no le
entren moscas deben evitar, por todos los medios a su
alcance, lanzarse sin paracaídas porque el suelo es un hueso
duro de roer y se pueden dar, sin lugar a dudas, un
“tortazo” de aquí te quiero ver.
Mis queridos y nunca bien ponderados pequeñines, aceptar el
consejo que os doy sin cobrar un euro y contar, antes de
“largar” por esa boquita de piñón hasta diez, evitando de
esa manera recibir repuesta alguna que os dejen en mal
lugar. ¿O no?
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