La Asociación Deportiva Ceuta ganó
el domingo en el Alfonso Murube y Juan Vivas, según tengo
entendido, se quitó un peso de encima. Porque nuestro
presidente lo pasa muy mal, más que mal, viendo que el
equipo lleva ya dos temporadas dando tumbos en su grupo. Y
es que, de la noche a la mañana, la ADC ha pasado de ser un
equipo temido y respetado en su categoría, a convertirse en
otro cuya meta es competir para alejarse de los puestos
designados para descender.
Parece cosa del siglo pasado cuando en la ciudad se hablaba
solamente de si era mejor que el equipo se clasificara
primero, segundo, tercero o cuarto a fin de evitar a tales o
cuales rivales en la liguilla de ascenso. Algo tan
complicado como eso, llegó a convertirse en rutina y en
críticas acerbas contra sus dirigentes cuando no lograban el
triunfo definitivo: el jugar en la Segunda División A.
Sin embargo, el tiempo transcurrido desde aquellos días
donde cualquier derrota se convertía en una sorpresa
mayúscula y las victorias parecían obligadas, no llega a los
dos años. Un hecho que no pasa inadvertido para los
aficionados, los de verdad, y desde luego para quienes
entienden que la política le hace un flaco favor al fútbol
cuando consigue adentrarse en él.
La intromisión de algunas personas en la vida del primer
equipo de la ciudad, llevadas por su deseo de manejar en la
sombra las riendas del club, ha sido fatal para la entidad.
A los hechos me remito: la primera temporada fue un
desastre; enmendado en su tramo final por un entrenador que
supo hacer un trabajo acorde con lo exigible en semejante
situación. La segunda, no me me cansaré de decir que todavía
es peor que la anterior. Puesto que se han vuelto a cometer
los mismos errores. Fichar mal. Cuyo resultado ha sido la
formación de una plantilla descompensada en casi todas sus
líneas.
Cierto es que la directiva ha sabido blindarse ante las
críticas. Lo cual demuestra que su presidente, en ese
aspecto, ha sido más listo que el hambre. La culpa de cuanto
está sucediendo la tiene el hombre encargado de contratar a
los futbolistas. A él, dicen los correveidiles, se le otorgó
toda la confianza y se le dio carta blanca para que hiciera
un equipo a su gusto. Dentro, claro es, de las posibilidades
económicas del club. Que no son pocas. Ya que no es la falta
de dinero el problema para que la situación sea tan
deplorable.
En suma, que entre unos y otros, han convertido la ADC en un
equipo ramplón con aficionados que viven pendientes de los
resultados obtenidos por Baza, Villanovense, Villanueva,
Cerro Reyes..., para comprobar cada semana que éstos son
peores y que serán, a fin de cuentas, los que impidan
cualquier hecatombe del club de sus amores.
Por consiguiente, no me extraña el que Juan Vivas lleve
sufriendo ya dos temporadas por lo mal que se viene
gestionando el club en el aspecto deportivo. Me consta que
no acierta a comprender cómo es posible que haya personas
que, durante varias temporadas, hayan sido capaces de
confeccionar plantillas competitivas, y otras que no dan pie
con bola. Lo cual le plantea el dilema: ¿me precipité a la
hora de dar el visto bueno a los cambios ocurridos en el
seno del club?, ¿debería enmendarme la plana?
Mi visión del asunto, presidente, por si le vale de algo, es
que se impone ya mismo la necesidad de nombrar a alguien con
conocimientos del mercado futbolístico; alguien cuya
economía le permita vivir al margen del fútbol; alguien
enamorado de este deporte y con deseos enormes de servir al
equipo de su ciudad. Alguien, bien pagado cual profesional,
y con suerte suficiente para acertar incluso cuando se
equivoca. Como ve, le he puesto el toro en suerte.
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