Se ha sabido durante la jornada de
ayer que Marruecos detuvo el pasado viernes a un ceutí en
Castillejos al que acusan de pertenecer a un grupo de
salafistas yihadistas que podrían estar detrás del último
suceso acaecido en Casablanca recientemente. La escalada
policial sucedida en Marruecos recuerda a las mega
operaciones de antaño en el vecino país.
Nuestros vecinos tienen el problema del terrorismo islamista
incrustado definitivamente en su territorio y las
ramificaciones llegan especialmente a Ceuta. La facilidad de
entrada de los musulmanes marroquíes y sus excelentes
posibilidades de camuflaje en según qué barrios ceutíes
logra que la semilla radical cuaje en los entornos más
desfavorecidos, precisamente de donde se consiguen ‘adeptos
a la causa’. Por lo tanto, el problema salpica a nuestra
ciudad sin lugar a dudas; y de qué modo.
Cierto es que la amplísima mayoría de los musulmanes
españoles naturales de Ceuta son los primeros que repudian
la idea radical de la sinrazón y el sinsentido, aunque es
igualmente notable la presencia de sectores en los que ha
cuajado el espíritu de la Yihad en su faceta mal entendida.
Sacrificarse por la causa de Dios no significa, de ningún
modo -afirman contundentemente los expertos del Islam-
inmolarse y martirizarse.
Los musulmanes que aprecian la convivencia son millones en
el mundo y los que tratan de romper -por la fuerza del
terror- la paz, tan sólo son una mínima parte de los que han
elegido la confesión de Mahoma como guía espiritual de sus
vidas.
Las amenazas de los entornos radicales contra los intereses
españoles en el Magreb y en Ceuta y Melilla son creíbles
según el Gobierno cuyo Ministerio de Asuntos Exteriores ha
ordenado el estado de alerta máxima antiterrorista para sus
consulados y embajadas. Las medidas contraterroristas son
importantes no sólo en Ceuta por parte española, en
Marruecos, su gobierno y las autoridades, no dan tregua a
los radicales.
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