En toda tertulia, de cualquier
medio, cuando sale a relucir la crispación política reinante
en España se la achacan a la proximidad de las elecciones
municipales y autonómicas. Y el motivo que esgrimen los
contertulios es el siguiente: “Las elecciones del 27 de mayo
tienen para Mariano Rajoy el valor de unas
primarias”. Lo cual parece que ha calado hondo entre las
huestes populares. De ahí que se hayan aprendido al pie de
la letra la consigna de leña al mono, que es de goma.
Pero esa orden de zurrarle la badana a todo lo que se mueva
en la oposición, por parte del PP, no tendría que ser
ejecutada tan a rajatabla en Ceuta. Por el mero hecho de que
aquí los ciudadanos acuden a las urnas convencidos de que la
mejor solución es votar a Juan Vivas. Y los
extremismos, y las salidas de tono sin venir a cuento por
parte de unos exaltados con es caso, por no decir nulo,
tirón electoral, más que ayudar al candidato lo que hacen es
quitarle los votos de la moderación.
Quienes defienden que la campaña electoral ha de ser muy
dura y que todo está bien con tal de que los socialistas se
enteren de lo que vale un peine, en lo tocante a Ceuta,
alegan que no se pueden dormir en los laureles por temor a
que el presidente no consiga el éxito arrollador de hace
cuatro años. Y pudiera ser que no les falten razones. Pero
tampoco deben olvidar que Juan Vivas volverá a obtener un
triunfo en las urnas que le permitirá gobernar con entera
libertad. Sin ataduras de ningún tipo. La cuestión es bien
sencilla: en Ceuta, y a pesar del desgaste que todo cargo
sufre durante su mandato, JV continúa siendo el preferido de
una gran mayoría ciudadana, después de más de seis años
sentado en el sillón principal de esta tierra.
Juan Vivas es persona calculadora, meticulosa, convencional,
enemigo acérrimo de actuar a la ligera, y está en posesión
de un extraordinario conocimiento de la ciudad y de los
ciudadanos más influyentes que la habitan. Y, además, tiene
más paciencia que Job. Y bien podría, un suponer,
irse a vivir a Lepe y destacar entre quienes allí dan
pruebas diarias de saber más que los ratones colorados.
Juan Vivas tampoco necesita de compañeros de partido que
estén a cada paso desbarrando contra el delegado del
Gobierno. Y mucho menos que se dediquen a olfatear en la
vida familiar de éste. Puesto que el presidente, quien
siempre fue precavido, es consciente de que si los
socialistas ganan las elecciones generales, habrá de
mantener las mejores relaciones con Jenaro
García-Arreciado o con quien estuviere en su momento.
Y todo por algo que es de cajón: a JV se le vota para que la
ciudad mejore en todos los aspectos. Y sin la predisposición
de los gobernantes del PSOE los acuerdos necesarios nunca
serán fáciles ni fluidos. Por cuestión tan fundamental, me
imagino que el presidente no verá con buenos ojos que se
desentierre el hacha de guerra. Y, mucho menos, que los
suyos le asignen un papel estelar en una batalla que lleva
camino de ser cruenta.
El presidente de la Ciudad, en quien han depositado su
confianza, y lo repetirán el 27 de mayo, innumerables
ciudadanos, posee inteligencia para darse cuenta de que más
que hombre de partido es, sin duda, un ceutí cuya forma de
ser ha calado hondo entre sus paisanos. Alguien con el
encanto personal suficiente, vaya usted a saber las causas,
para ser distinguido cual presidente ideal e indiscutible. Y
mal haría en perder el tiempo en intrigas políticas de tres
al cuarto, en vez de hacerse merecedor de esa devoción que
le vienen profesando los suyos. De no ser así, de perderse
por vericuetos de político viciado, estrecho de mente y
vocinglero al uso, día llegará en el cual se diga de él que
perdió una grana oportunidad de hacer historia.
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