Quizá estemos, los medios de
comunicación, jugando un papel transmisor y generador de
preocupación ciudadana cuando informamos de los movimientos
del terrorismo internacional y, en concreto, del puesto en
práctica por los denominados islamistas radicales.
Es cierto que dar pábulo a la propaganda ‘yihadista’ es
entrar en el juego atemorizador pretendido por las huestes
del irraciocinio, como bien han demostrado los seguidores de
tan cruentas y despiadadas maniobras contra todo lo que
huela a occidental.
Lo peor de todo es la comprobación de lo multiforme y
variopinto de la amenaza a la que el mundo se enfrenta. No
existe una estructura única jerarquizada, sino que
proliferan núcleos cerrados aparentemente independientes en
sus actuaciones, con el único hilo conductor que les
confiere ciertas páginas web o la sintonización vía satélite
de cadenas afines a la causa radical, o la imagen
‘santificada’ y hecha mártir del que un día fue aliado leal
y colaborador de los ‘USA’s boys’ en la Afganistán revelada
contra la ya extinta URSS, Osama Bin Laden.
El hecho cierto es la preocupación existente en la
población, también en Ceuta, por esta amenaza latente.
Precisamente, un mínimo muestreo realizado a pie de calle
sobre este particular, nos indica el temor existente.
Las informaciones provocan también una desazón entre la
ciudadanía. A veces, choca frontalmente con los deseos de
las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad que pretenden inquietar
lo mínimo a una población que anda desde hace unos años con
la mosca detrás de la oreja. Quizá no contribuyamos los
medios a generar tranquilidad en relación a este concreto
tema, pero no es menos cierto que la labor de informar ayuda
a mantener muy activos los niveles de alerta y sobre todo,
el de respuesta. Encontrar el punto de unión entre el deber
y derecho de informar con el de no provocar alarmas
gratuitas, sería lo deseable. En cualquier caso, jugamos
todos del lado de lo racional, por lo que entendernos no
debería ser problema.
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