Los caminos de Alá (o los
de Dios, que es lo mismo) son inexcrutables. Y los viajes
iniciáticos en busca o acomodo con lo Absoluto son de
ída y vuelta. ¿Verdad Mhedi?
Por ello no me extrañó la andanada genealógica que el
historiador tetuaní, Azzuz Hakim, le soltó al
ex Presidente José María Aznar. Tras alanzear con
dureza contenida, no exenta de guasa, el confuso y
descontextualizado discurso aznariano (¿quién habrá sido la
torpe mente que lo parió?) en la universidad Georgetown
de Washington, el pasado mes de septiembre, mi buen y
viejo amigo Benazuz (con el que simpatizo y concuerdo
en un 70%, polemizo en un 20% y discrepo en el resto)
aludió, parapetado en una retahíla de datos, al orígen árabe
del apellido de José Mari. Según la tesis que escuché
ante ayer en la Casa de Cultura de la andalusí Xauen
(morisca y hebrea), los antepasados de Aznar habrían sido
unos musulmanes que, tras los sucesivos decretos de
expulsión, optaron por quedarse en su patria hispana no sin
previamente disimular el apellido (que en árabe significaría
algo así como castillo de fuego) y convertirse al
cristianismo católico. ¿No hay peor cuña que la de la propia
madera?. Tal podría ser una de las explicaciones, según el
expositor, del actual talante de Aznar. Al fin y al
cabo, rumié para mí, uno de los impulsores de la tenebrosa
Inquisición, Torquemada, era de orígen hebreo. Como
ya disparé días ha, Aznar hubo de tragarse -in
absentia- sapos, merucos y culebras.
Curiosa es la cosa -y escribo de cosecha propia-, pues el
ahora crispado Aznar al que, por cierto, se le está poniendo
un fotogénico rostro de diablillo, tendría más ramalazos con
la morisma además del apellido. Veamos y empecemos con el
sorpresivo arrumaco (tras el 11-S neoyorquino) en el
mallorquín hotel Formentor con el sátrapa Presidente
de la Autoridad Nacional Palestina, el corrupto e
incompetente Yaser Arafat, tras el que un José
Mari encandilado por no se qué efluvios zascandileó
desabridamente (¿estaba en el guión?) contra el vapuleado
Israel. El segundo, más jocoso, le emparenta
directamente con su consuegro belga-argelino, Jeff Agag,
musulmán magrebí de pura cepa y abuelete -como él- de los
dos medio nietos moros (pasa en las mejores familia, si lo
intuiré yo...) fruto del tálamo de su hija Anita con
el yernísimo Alejandro Agag (Sarasola de turno) tras
su insolente bodorrio en El Escorial hace ya más de
cuatro años.
¡Salam malecum, José Mari!
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