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OPINIÓN - DOMINGO, 18 DE MARZO DE 2007

 
OPINIÓN

Del proceso y de la carroña partidista

Por Karim Mohamed Mohaed


Tras la ruptura, por parte de ETA, del proceso de tregua que había abierto enormes expectativas entre la población, se echa de menos un balance de lo sucedido y la ausencia de planes y propuestas que hagan posible la vuelta de la esperanza de una solución política. El terrorismo, una vez más, conduce a un callejón sin salida, consiguiendo siempre lo contrario de lo que dicen pretender sus apologistas. Lejos de acercar los derechos democráticos del pueblo vasco, que continuamente invocan, simplemente cierran los caminos de solución política y favorecen, siempre, los planes de las fuerzas más reaccionarias de la sociedad.

Al PP le ha faltado el tiempo para mostrar toda su indecencia carroñera, para reclamar su profecía auto cumplida de fracaso del proceso, y querer seguir decidiendo la política del gobierno desde la oposición. Los mismos que apoyan las políticas de miles de muertos, asesinatos y torturas en la calles de Bagdad, en Guantánamo o Abu Graib, se rasgan la vestiduras y se cubren de ceniza y como fariseos «condenan el terrorismo». La ofensiva de la derecha ha tomado nuevos bríos. El objetivo fundamental del PP tiene dos vertientes, una la electoral, tratar de rentabilizar los cadáveres ajenos en votos propios, la otra es hacer por todos los medios que sea imposible que se abra de nuevo el proceso de paz. Los dirigentes de la derecha, digna heredera de Franco, saben muy bien que la existencia del terrorismo de ETA ha sido un filón de votos para ellos e intentan por todos los medios que la situación se crispe lo más posible.

Que Ibarretxe tenga que declarar ante los tribunales por «el terrible delito» de reunirse con Batasuna, la criminalización de las organizaciones juveniles abertzales, la atenuación de la condena del preso Iñaki de Juana Chaos son otras tantas barricadas para cerrar el camino del proceso de paz.

Sin duda, muchos sectores del mundo abertzale han considerado un grave error de ETA el atentado de la T-4. Estos mismos sectores quieren a toda costa que el proceso de paz vuelva a tener una oportunidad. El objetivo del PP y de todos los elementos del Estado que controla, es ahogar esa posibilidad.

El actual marco legal ha demostrado que da mucho más margen a aquellos que quieren destruir la posibilidad de una vía política para enfrentarse al problema vasco y a un final dialogado del terrorismo que a aquellos que defienden esta alternativa.

La responsabilidad del Gobierno

Y esa es la responsabilidad, en primer lugar, del PSOE del Gobierno de ZP, ellos son quienes con su mayoría parlamentaria podían haber reducido la capacidad de boicoteo del PP y el protagonismo destructivo de ETA.

Si el gobierno hubiese tomado medidas políticas inmediatas de acercamiento de los presos etarras a los lugares de residencia de sus familias, abolido la desdichada ley de partidos, y creado un marco legal de reforzamiento de las libertades de expresión y manifestación, en primer lugar hubiese hecho muy difícil que ETA volviese a atentar, (aunque ese factor siempre es incontrolable), pero hubiese provocado una reacción aún mayor en el propio mundo abertzale contra esa posibilidad. Por otro lado hubiese reforzado el proceso de paz entre las familias de los presos, un elemento esencial en esta historia, y, no hubiese dejado margen para estas decisiones judiciales que están llenando los titulares de prensa de noticias de represión política, considerando terrorismo todo aquello que esté vinculado al movimiento abertzale ligado a Batasuna.

Ahora se vuelve a fórmulas gastadas, de comprobado fracaso, invocadas para «combatir al terrorismo».

Se resucita, por parte del PP, el mugriento «pacto antiterrorista», firmado bajo el gobierno del campeón de las libertades del trío de las Azores, Aznar Don José María. Se vuelve a hablar de «demócratas contra violentos», en una división de bandos en la que cabe una duda más que razonable. El PSOE no se atreve a dar por enterrado tal pacto (que fue más un pacto contra el PNV que contra ETA) y busca un nuevo pacto que lo sustituya y que incluya «al PP y también al PNV». Tal pacto, de producirse, lo hará con los planteamientos del PP, pues ellos no van a ceder, y, aún así, es improbable que se produzca, con lo que la derecha tendría una especie de derecho de veto paralizando la acción de las demás fuerzas políticas. Así el Gobierno del PSOE carece de alternativa y da tumbos después de haber perdido el rumbo (recordemos la patética declaración de ZP el día anterior al atentado).

El PNV se ve de nuevo atrapado entre dos fuegos, se ve obligado a marcar las distancias con HB, pero él mismo sufre las consecuencias del recorte de las libertades que mantiene el Gobierno del PSOE. Sin duda preferiría entrar en un acuerdo con el PSOE que le garantizase el control político de la Comunidad Autónoma Vasca que es el verdadero objetivo del partido de Ibarretxe.

Las manifestaciones celebradas tras el atentado de ETA han demostrado que existe un sector decisivo de la población que no respalda la política del PP y que no quiere renunciar al camino político. Entre esos cientos de miles de personas tendría una buena acogida una política que buscase retomar el proceso de paz.

Es necesario enfrentarnos a un gran equívoco: proceso de paz no es equivalente a negociación con ETA. Esa postura es una trampa, una gran falsedad. La negociación con ETA será necesaria, que duda cabe, para afrontar una serie de medidas (cese de los atentados, reinserción, medidas penitenciarias…) pero el proceso de paz es algo que atañe en primer lugar a la sociedad civil.

La negociación se debe establecer con el pueblo vasco, para crear las condiciones políticas que hagan inviable el apoyo político de un sector de la población al terrorismo de ETA, lo que es y ha sido siempre la clave de su supervivencia.

Por lo tanto, debe de haber una apertura inmediata del diálogo entre todas las fuerzas políticas sin exclusiones, lo que sin duda supondría la ausencia del PP de esta mesa de partidos (algo por otra parte necesario para permitir que el proceso avance), y la inclusión de Herri Batasuna.

En este proceso se deberían tomar medidas inmediatas que no pueden ser moneda de cambio de ninguna negociación, como la derogación de la ley de partidos, el sobreseimiento del sumario 18/98, la reapertura de Egin y Egunkaria, el acercamiento de los presos. ¡Este ha sido uno de los grandes errores de ZP, pretender que estos derechos democráticos básicos eran tema de negociación con ETA! Eso le dio a ETA un protagonismo que no le corresponde.

Ese diálogo tendría que avanzar después en medidas de más calado como la supresión de la Audiencia Nacional, la democratización del poder judicial, y la garantía del derecho de autodeterminación. Este sería el programa que reduciría el margen de maniobra de ETA y que conduciría a una salida negociada.

Este camino podía haber empezado por algo tan sencillo como convocar una gran manifestación en el aniversario del 11 M, bajo el lema: «Contra el terrorismo, contra las guerras». El PP no hubiera acudido, y hubiera contribuido a aclarar las ideas y perfilar que el campo que debe formarse para dar una alternativa es el de la izquierda y que esa alternativa nunca podrá fundamentarse en recortar las libertades sino en todo lo contrario, en la defensa a ultranza de todos los derechos democráticos.

A pesar de ETA y frente al PP, debemos exigir el proceso de paz
 

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