Me siento desmotivada, cuestión de
biorritmos, de falta de calorías en forma de buenos bocatas
de jamón de bellota y exceso de tazones de insípidos
cereales con fibra. O tal vez, es la futura Primavera que
“la sangre altera” y desencadena depresiones estacionales en
plan “que no nos falte de ná” a nivel consulta del
psiquiatra, despachada en diez minutos con una nueva receta
porque, digan lo que digan, no es lo mismo ir al médico de
particular “al dinero”, que ir por una compañía privada o
por la Seguridad Social con tempus clausus porque tempus
fugit. Leo la prensa, las aburridas y repetitivas noticias,
que no las soluciones lógicas a los problemas que genera la
noticia y me desmotivo, rectifico, me entra amargamiento y
el único que entiende ese sentir es mi hermano Hamadi Amar
Mohamed, el filósofo del euroislam con el que maquino
proyectos literarios, lo entiende porque, si me amargo, no
maquino y este Mario-neurona- activa, si no está
intelectualmente echando humo se aburre y me recrimina
ácidamente. Pero, me digan, me digas Mario ¿No es para caer
en la nausea el que sea “noticiable” el que se elimine el 0
puro y duro de las calificaciones escolares? En verdad ¿A mí
que cojones me importa que no pongan 0? Me importa, me
angustia y me lleva al paroxismo de indignación el que, el
antiguo Reino de Navarra, con sus fueros centenarios, con su
Historia milenaria y única, esté viendo peligrar su
existencia por las demencias expansionistas de unos
hijoputas batasunos. Primero Navarra ¿Y luego que? Luego
Villa Jovita y la barriada malagueña de Churriana, que lo sé
de buena tinta, porque me lo ha chivado un taxista y los
taxistas están a la última de los secretos de Estado. Me
duelen Navarra y los navarricos, me importa un carajo la
corrección política y corruptela académica de que, a un
besugo gandul que merezca un cero le pongan un uno. ¿Cómo se
atreven a reflejar en los medios semejante parida mental,
cuando nos estamos jugando la unidad de España? ¡Eso, eso!
Que llamen a declarar a la Pantoja y que Sus Señorías
Ilustrísimas del Tomate decidan sobre su situación personal.
Carnaza a las marujas y a los pepitos, charla de barra de
bar, café, periódico grasiento por los dedos pringosos de
los churros y cigarrito porque, en nuestros pulmones, no
manda la cursi de la Ministra, con sus modeletes de lechuza
ajada, sino nosotros, pese al prohibicionismo imperante en
este relativista Estado de Derecho. ¿Qué por que es
relativista? Pues lo es porque lo digo yo, que soy la que
escribo y opino y es mi opinión y además todo es relativo. A
los chavales no les ponen el 0, pero, los chicos menores de
edad o jóvenes delincuentes (para muchos, el muchacho deja
de ser “menor” cuando le apunta el vello en las partes
pudendas y entre los muchos está servidora) si, repito, esos
jóvenes,si presentan enfermedades, trastornos graves de
conducta o alteraciones mentales, no tienen psiquiátricos
especializados donde puedan curarse. Me informen ¿Qué se
hace con un pobre niño o un desventurado joven enfermo
mental? ¿Unidades de agudos? ¿Por cuánto tiempo? ¿Y luego?.
No hay 0. Pero tampoco tenemos a un buen Director General
Estatal de salud mental, como lo es el excepcional
Rojas-Marcos en Nueva York. Aquí, en el imperio nauseabundo
del buenismo, donde sobran y empachan los profesionales de
la buena conciencia, no tenemos Directores de salud mental.
Ni planteárnoslo ¿Para que? Si los privilegiados tienen
achaques tiran de chequera y se van al Hospital Vall
d´Hebron o a Enrique Rojas, los empobrecidos paganinis,
pagadores de la usura bancaria, podemos meternos nuestra
salud mental por el trasero, que haga la trayectoria inversa
y que nos de la nausea y vomitarla junto a un exceso de
diazepanes. ¿Qué como se me quitaría la nausea y si no
debería tomar primperán? No. Quiero que el Gobierno
reconozca al derecho a la felicidad rango de ley. Que
existan clínicas para nuestros niños, que entre el Tercio de
Ceuta en el País Vasco la próxima vez que pidan Navarra,
tener un Director de salud mental a nivel estatal y 0 a la
cobardía, el oportunismo, la indigencia moral y el
desgobierno. 0.
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