Lo fatal de la moral de los
papafrita es que, encima de pelmazos, son unos cursis.
Miserias el buenismo y del almíbar político : que son más
cursis que una pringá con huevo hilado y, encima, presentan
temas, no diré irrelevantes, pero sí secundarios, como de
primera necesidad, en plan redentoristas y salvapatrias y
parloteando con la locuacidad del que se enrolla en la picha
de un chanquete. ¿Qué mascullan? ¿Qué contra qué o quienes
estoy lanzando mis fulminaciones? Pues. Lógicamente, en esta
España en la que, la escoria batasuna lanza pulsos y órdagos
en plan “O nos presentamos a las elecciones, nos eligen y
nos dan el jornal, o no hay proceso de ni carajillos al ali
oli”; con nuestros ochos millones de pobres censados, más la
pobreza dura importada que se nos cuela por Hendaya; con
pensiones calamitosas que hacen pasar una digna y callada
hambruna a nuestros pensionistas…
Entonces, va el Gobierno y publica, publicita, aprueba,
jalea y presenta como logro trascendental para la sociedad
la llamada Ley de Igualdad. En plan místico, ñoñito como son
ellos, regalándonos a las mujeres una relevancia que nos
tenemos ampliamente ganada a base de tesón y de testiculina
hembra. ¿Qué nos van a ofertar? ¿Paridad en las listas
electorales? ¡Que injusticia! Porque eso significaría que,
si en un lugar existieran más mujeres válidas, inteligentes
y preparadas que los tíos, no podrían ir todas en la
candidatura sino arrinconarse para dejarle puestos al
machoman. ¡Pamplinas y más pamplinas! Y además con una
dialéctica demagógica, refrita y setentera del “Saca el
güisky cheli, para el personal, que vamo a jasé un
guateque…” y del “Libertad sin ira”. Lo que dicen en esta
Ley y proclaman como originalísimo, ya lo clamábamos las
universitarias en los setenta y no digamos las siguientes
generaciones de mujeres puestas, cada vez más preparadas y
cada vez más en plan “Si quiere un agujero, que se compre un
donuts”. La igualdad impuesta me parece un correoso favor
proteccionista y paternalista, que significa tener muy poco
respeto a las sensibilidades femeninas.
Nosotras no necesitamos que nos lancen la liana de Tarzán,
haciéndonos de pasos patéticas morisquetas de mona Chita
para expresarnos “solidaridad” y simpatía, las lianas nos
las trenzamos solitas a base de codos, de esfuerzo, de
estudio, de preparación, de malos ratos y buenos momentos
¿Quiénes sino las propias mujeres hemos conseguido leyes
como la de los malos tratos?. ¿Qué dicen? ¿Qué la Ley es
correcta porque prohíbe la discriminación femenina? Bueno,
si partimos de la base de que, pueden existir cabestros
neandertales que releguen a las mujeres por su condición,
entonces, a esos Atapuerca´s Man hay que reprogramarles,
porque pertenecerían a una especie de secta de jilipollas
abducidos, habitantes aislados de la realidad actual. ¿Qué
si soy feminista? No, no soy nada, soy como ustedes ¿Qué
como les considero? Pues no como a seres humanos en una
aventura espiritual, sino como a seres espirituales en una
aventura humana…
Ley de Igualdad. Vale. Art.14 de la Constitución. ¿Para
cuando una Malaya en los ayuntamiento y diputaciones
gobernados por el PNV? ¡Con Roca, con Julián Muñoz y con los
malayos, ya podrán, esos no asesinan!. Quiero igualdad.
Quiero pensiones blindadas para todos los españoles, o que,
los cargos públicos, en su jubilación, cobren igual que
nuestros abuelos y abuelas, eso es igualdad. Quiero para
todos los mileuristas un pisito como el del principito y no
treinta metros miserables. Y que, con un descenso radical de
impuestos, se subvencione a las empresas para que pase a
estar de moda el término tresmileurista. Quiero igualdad.
Que todos vivamos como los privilegiados y si eso no es
posible, que ellos, por honradez y decencia, vivan como
nosotros. Las mujeres no queremos migajas de la mesa del
festín de los poderosos.
Que se las metan en sus constreñidos traseros. Porque,
realmente, su “igualdad” generosa, es pura ñoñería.
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