Una vez dije que el día que haya
el mismo número de tontas que de tontos ocupando cargos
públicos y privados será la prueba fehaciente de que la
igualdad entre hombres y mujeres se ha conseguido. Así que
no entiendo las razones que tienen algunos para estar
siempre desacreditando a las ministras socialistas. Como si
las chicas de la derecha fuesen un dechado de virtudes y
estuvieran sobradas de caletre.
O es que ya se han olvidado los tales de Celia Villalobos.
Por poner un solo ejemplo. Cuya mejor aportación a la vida
pública fue, si duda, lucir minifalda en los debates donde
el inefable Jesús Hermida nos cautivaba con la
palabra, con sus visajes y con su forma americana de hacer
televisión. Y, desde luego, nos llevaba al huerto ordenando
a sus cámaras que nunca perdieran de vista las hermosas
piernas de aquella malagueña, en plena lozanía.
Porque las piernas de la que, además de alcaldesa de Málaga
y diputada, fue ministra de Sanidad, eran el mejor reclamo
para quienes manteníamos dudas a la hora de votar. Y es que
Celia, cuando jugaba a cruzar las piernas a lo Sharon
Stone, avivaba en los hogares el deseo de la pareja de
irse al tálamo con la convicción de que no habría el menor
asomo de gatillazo.
Luego, cuando la nombraron ministra, debido a que como dicen
algunos es cargo al que puede acceder cualquiera, supimos
perdonarle todos sus yerros, por haber lucido su muslamen de
juventud cual remedio infalible para estimular nuestros
deseos dormidos. Aún recuerdo de qué manera salí yo en
defensa de Celia cuando llevó el problema de las vacas locas
cual si fuera tonta del bote. Pero en mi imaginación estaba
siempre la Villalobo de Hermida. La mujer que era seguida
por las cámaras para hacernos pensar que ni siquiera la
mejor Marlene Dietrich había sido propietaria de
semejante piernamen.
Tampoco escatimé elogios hacia Celia cuando votó a favor de
los matrimonios entre homosexuales y el diputado por Ceuta,
Francisco Antonio González, la puso a parir. No entendí,
entonces, que este muchacho le afeara la decisión más
acertada que había tomado Celia en toda su vida política.
Pero bueno, ven ustedes de qué manera hablando del muslamen
de juventud de Celia Villalobos se me ha ido el santo al
cielo y he perdido el hilo de lo que quería decir. Lo que
quería decir es que me parece de mentecato tachar de tontas
por sistema a las mujeres pertenecientes al partido
socialista y que han sido elegidas para ocupar un
ministerio.
Y se me ocurre lo siguiente: detrás de esas ministras,
seguramente, habrá asesores y técnicos muy principales.
Hombres más que mujeres encargados de estudiar proyectos a
fin de que las ministras los expongan y si es posible
consigan que se hagan realidad por medio de leyes. Y deduzco
que si las ministras del PSOE son más tontas que las del PP
es porque los hombres socialistas son también más tontos que
los populares. Con lo cual el silogismo se completa así: en
el PP están las lumbreras españolas y en el PSOE se dan cita
todos los ineptos del país.
La ministra de la Vivienda, María Antonia Iglesias,
ha visitado Ceuta. Y le achacan el haber cometido un error
de tonta, como no podía ser menos, tratándose de una
ministra socialista. Y todo porque la extremeña ha tenido el
atrevimiento, después de firmar dos convenios con el
presidente de la Ciudad, de hablar con fines electoralistas.
Lo cual ha sentado como un tiro entre quienes creían que las
tontas, aun siendo ministras, deben olvidarse de hacerle el
artículo a su partido. Al partido que les ha permitido que
sea posible que el número de mujeres tontas (!) se vaya
igualando al de los tontos con cargos.
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