La gran ofensiva puesta en marcha
por Marruecos a la caza de los salafistas yihadistas,
vinculados al terrorismo islamista y responsables de la
preparación de futuros actos sangrientos contra las fuerzas
de seguridad marroquíe -un claro desafío al orden
establecido en el país vecino- ha traído como consecuencia
la petición de colaboración a las autoridades españolas para
evitar que, en esa ‘gran caza al terrorista en Marruecos’ ,
algunos de estos puedan encontrar ‘cobijo’ tanto en Ceuta
como en Melilla.
No obstante, desde el inicio del juicio por el 11-M que se
está desarrollando en Madrid, España se encuentra en el
nivel 2 de alerta terrorista. Hecho que incide
fundamentalemente en los trabajos que los agentes policiales
desarrollan en zonas de especial atención como lo son Ceuta
y Melilla, puntos que por su cercanía a Marruecos se
convierten en el primer punto de paso, como sucedió con
muchos de los ahora implicados por la masacre de Atocha hace
ya tres años.
La presencia en nuestra ciudad de individuos que tratan de
reclutar combatientes para la causa del terrorismo
islamista, la radicalización de algunos de estos a los que
les ha ‘tocado’ la llama espiritual emanada desde grupos
concretos instalados en Marruecos e incluso aquí, es la
‘excusa’ más que justificada para el despliegue policial que
durante 24 horas, día tras día, semana tras semana, trabaja
duro para extirpar de nuestra sociedad elementos tan
discordantes como peligrosos. Marruecos, tras el último
suceso de Casablanca, ha extendido sus brazos perseguidores
hasta la mismísima frontera del Tarajal. Los trabajos de
colaboración son los adecuados, se peina la ciudad, se
vigilan los barrios y se controlan las mezquitas en Ceuta y
en Melilla.
No deben encontrar salida, no hay tregua... Aquellos que
pretenden romper el equilibrio de la sociedad en base a
presuntas iluminaciones divinas han encontrado en el
gobierno de Marruecos un duro rival. Y a las fuerzas de
seguridad del Estado español, junto a la Europol, sus más
firmes y leales aliados.
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