Es cierto. Cuanto más conozco a la
gente más quiero a mi perro. Por eso me ha dolido la muerte,
el pasado miércoles día 7, del benemérito can experto en
explosivos, me aseguran que debido a un envenenamiento
progresivo añadiendo -mis fuentes oficiosas- que si fuera un
perro experto en droga sería para sospechar pero, ¿de
explosivos...? ¡Cap problem!. Yo, que soy más raro y bonito
que un San Luis, vuelvo la oración por pasiva y lo que me
escama es que fuera precisamente el fiel chucho experto en
explosivos el que la palmara. Los tenemos muy cuidados, las
perreras no veas, pero claro sus cuidadores les dan
cuartelillo y el animalillo habrá ido comiendo cualquier
porquería. Yo lo siento por muchas razones: la seguridad,
con los tiempos que corren, la primera (¿Y hay más perros en
servicio?, inquiero. Pues no sé, a lo mejor, pero igual
están de prácticas en Madrid); también por el pobre perro,
claro y, cómo no, por su cuidador, que tendrá el corazón
henchido de dolor y más grande que un tricornio (no es
ironía). Perdone el lector, pero ésto a mí me da mal rollo
cuando en puridad en Ceuta y Melilla tenía que haber,
alistados y operativos, un pelotón de canes con su
naricillas especializadas en oler explosivos. Escribo, como
siempre, por algo. En cuanto a los guardias-cuidadores (y lo
siento por ellos) que extremen el celo. Un oficial superior
puntilloso -y luego clamarán los sindicatos camuflados del
cuerpo- bien pudiera ver oportuno aplicarles, con dolor de
corazón, la figura jurídica de comisión por omisión, el
lector ya me entiende.
Más cutre y grotesco es el papelón desempeñado por Don Juan
Carlos y Doña Sofía enviados por el republicano Zapatero (el
ejecutor de la Segunda Transición en marcha) a templar
gaitas en Argel, después del amoroso encuentro de ZP/PZ
(tanto monta, monta tanto) en Rabat. Siempre he defendido
una vecindad muy especial con el Reino de Marruecos, pero
sin hacerle feos a las relaciones diplomáticas con el resto
de los vecinos del Magreb, particularmente Argelia. Lo que
me parece altamente preocupante es la doble cara de la
diplomacia moratina (lo siento y a mamarla): el Gobierno de
Zapatero, con el Presidente José Luis en cabeza, afirma una
cosa en Rabat y luego manipula a los Reyes de España (unos
mandados) para que, sutilmente, en Argel maticen casi lo
contrario. O só o árre. Mis magrebíes no son tontos y
acabarán pidiendo aclaraciones. Al zapatero ese se le acaban
los conejos de la chistera.
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