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sociedad - JUEVES, 15 DE MARZO DE 2007


un momento de las jornadas. nicol's.

reportaje / Jornadas sordomudos
 

La silenciosa voz de los signos,
un grito a la incomunicación

El Instituto Abyla acoge desde ayer
y hasta este viernes las Primeras Jornadas Socioculturales de Interpretación
de la Lengua de Signos
 

CEUTA
Oscar Varela
oscarvarela@elpueblodeceuta.com

La celebración en nuestra ciudad de las Primeras Jornadas Socioculturales de Interpretación de la Lengua de Signos Española, culmina el trabajo que llevan realizando las asociaciones del colectivo sordomudo en Ceuta desde hace unos 8 años.

Tanto la Asociación de Sordos de Ceuta (ASORDCE), como la Asociación de Padres y Amigos de Sordos de Ceuta (ACEPAS), comenzaron su lucha por la puesta en marcha en la ciudad del Ciclo Formativo de la Lengua de Signos con el vivo interés de multiplicar los recursos educativos, entonces muy escasos, de los menores con esta discapacidad. Costó mucho esfuerzo que el Ministerio de Educación y Ciencia aprobase la medida hace seis años, pero se consiguió que dos centros, el Juan Carlos I y el Instituto Almina, acogiesen desde entonces los llamados Centros de Integración, uno de primaria y otro para educación secundaria respectivamente.

Era el primer paso para ganar la cima de la igualdad en la escalada de la integración. En estos centros se impartirían clases de, y en Lengua de signos, un recurso que multiplicó milagrosamente las opciones de integración social de los menores sordomudos de Ceuta, que han podido acceder así desde entonces a una formación más completa que la que tenían con anterioridad, cuando toda la educación era oral. Gracias a esta iniciativa, hoy Ceuta cuenta con un amplio elenco de traductores, que ofrecen sus servicios a las instituciones de la Ciudad, en muchos casos de forma gratuita.

Hoy, por desgracia, las dificultades siguen estando presentes para este colectivo, que si bien puede acceder a una educación preparada y asequible para ellos (no en todos los casos, claro) siguen encontrando trabas en el mundo laboral. Es esta una nueva cota a alcanzar, la de la formación de adultos para facilitar su acceso a un puesto de trabajo, y en ello se está trabajando, pero el alto índice de paro ceutí no ayuda.

A quienes somos profanos en este asunto de la Lengua de signos se nos antoja complejo y casi artificial, pero lo cierto es que lleva detrás toda la carga de profundidad que tiene una Lengua en toda la amplitud del término. Cada comunidad lingüística, cada grupo de personas que comparten un mismo código de comunicación y conducta, necesitan de éste para desarrollar su propia forma de ver la realidad. Las cosas, como decía el griego, existen porque podemos nombrarlas, gracias a este código también pueden ‘signarse’. Como todas las lenguas, la lengua de signos encierra una forma de comportarse, no es simplemente la mímica del comerciante que quiere regatear en el precio, es una seña de identidad para todo un colectivo, y lo más importante, su voz silenciosa, su grito a la incomunicación.

Estudios como los de Stokoe, de 1960, o las investigaciones de Klima y Bellugi a finales de los setenta, han terminado por disipar las dudas de que el lenguaje signado es una Lengua ‘natural’, y que se ha desarrollado, al menos en parte, de forma independiente al lenguaje hablado, teniendo sus propias estructuras sintácticas (construcción y ordenación de las oraciones) y organizativas, además menos rígidas que la lengua hablada de los idiomas modernos.

A partir de la segunda mitad del siglo XX los avances lingüísticos dejaron claro que la Lengua de signos era un sistema lingüístico completo, aunque la aceptación en los distintos países ha sido muy desigual, a pesar del carácter ‘internacional’ y policultural del sistema signado.

En la actualidad queda lejos la que, por increíble que parezca, fue visión generalizada sobre este colectivo de personas, que no era otra que su exclusión de la ‘inteligencia propia del Hombre’ en base a una malinterpretación del pensamiento aristotélico que relacionaba pensamiento con lenguaje. Eran vistos como animales. Hoy, está aprobada una ley que obliga a las instituciones del Estado y de las administraciones públicas a tener un intérprete de Lengua de signos que traduzca a los sordomudos lo que no pueden oir pero sí comprender.
 

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