Mariano Rajoy es un magnífico
parlamentario. Y también un señor atiborrado de ironía y con
flema de lord. Esas cualidades no se las han discutido
nunca. Ni siquiera sus adversarios más encarnizados. De
haber sido torero, seguramente se habría distinguido por
hacer faenas muy aseadas pero faltas de emoción. Es alto,
aunque no es el canon de belleza masculina que consigue
votos por la cara.
En realidad, del presidente del PP no se puede decir que sea
carismático. Le falta, todo hay que decirlo, esa facultad
innata que han tenido otras figuras políticas para
disciplinar a su partido y arrastrar a la opinión pública
tras él. Al menos, con ese sentimentalismo que despertaba el
mejor Adolfo Suárez y, desde luego, Felipe
González.
Con ese perfil bajo, los días transcurrían y en su partido
comenzaban a ponerse nervioso porque su líder, elegido a
dedo por José María Aznar, no acababa de mostrar
ningún tirón electoral. Le achacaban ser persona muy cómoda.
Un tipo a quien una buena comida, un habano, una copa de
coñac francés y una sobremesa basada en una conversación
sobre Bahamontes, Anquetil o Indurain,
lo transportaba a un mundo de felicidad que lo hacía
olvidarse de su cometido. Que era, y es indudablemente,
desalojar a ZP de La Moncloa a cualquier precio.
Por detrás, como suelen hacerse estas cosas siempre,
Acebes y Zaplana iban mostrando su disconformidad
con las actuaciones de MR. Hasta que un buen día, tal vez
hartos de soportar esa molicie que ellos le imputan,
comenzaron a filtrarla a través de dos medios afines al
abulense y al valenciano. Es decir, El Mundo y La Cope.
De ahí que bien pronto fuera motejado de “Maricomplejines”
por alguien tan inteligente como peligroso y cuya voz diaria
en las ondas se ha convertido en un grito divisorio entre
españoles: Federico Jiménez Losantos. Brazo armado de
una parte de España a la cual trata de camelar con su
ambigüedad inteligente. De él dice Francisco Umbral,
en su Diccionario de literatura, lo siguiente: “Este hombre
es ante todo peligrosidad, lo cual quiere decir talento.
Pero ojo con el talento”.
MR mostraba su disconformidad con que desde La Cope se le
tildara de hombre apocado y, por tanto, de carecer de bríos
suficientes para plantarle cara a ZP. Y hasta llegó a
responder que a él lo que dijeran las personas de esa
emisora no le iba a cambiar. Pero el hombre propone y Dios
dispone. Nunca mejor empleado este refrán.
Y, claro, lo de Juana Chaos, criminal desde la cuna,
le vino a MR como anillo al dedo para darle una manoletina a
esa persecución de la emisora de la Iglesia que le estaba ya
produciendo problemas a granel dentro del partido. Por más
que tuviese como paño de lágrimas a Alberto Ruiz-Gallardón:
otro perseguido por quien es también conocido como el
mandril de la radio episcopal.
De manera que el jefe de la oposición vio el cielo abierto
cuando le propusieron lo de sacar a sus gentes por las
calles de España. Antesala de una gran manifestación en
Madrid. Pues era su última oportunidad de confirmarse cual
alternativa de poder. De lo contrario, o sea, de haber
mostrado algún reparo, se lo habrían zampado sin ningún
miramiento. Ya que, días antes, el siempre inoportuno
José María García lo había definido como alguien que “no
mancha por donde pasa pero que tampoco limpia”. Una versión
refinada del “Maricomplejines” de FJL. La manifestación
madrileña le ha salido bien a Mariano Rajoy. Si nos atenemos
a sus declaraciones: pues dice que es “uno de los días más
bonitos” de su vida política la “hermosa” marcha de Madrid.
Lo mismo que le he leído a FJL. Así que la Iglesia respira
ya.
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