La pasada semana asistimos, una
vez más, a un espectáculo bochornoso en un terreno de juego.
Enfrentamiento crucial por el título entre el Hilal
Deportivo y la A.D. Ceuta de Regional. Dos detenidos,
diligencias abiertas contra varios espectadores y un policía
herido.
El partido discurría con normalidad hasta que, llego el
final del mismo, en ese mismo instante, se iniciaron una
serie de incidentes protagonizados por algunos jugadores de
ambos equipos y espectadores. Entre estos incidentes,
destaca la agresión al cancerbero del equipo blanco, Javier
Pérez.
Hechos lamentables, indignantes y denigrantes que ensucian,
una vez más, el nombre de Ceuta. Noticias, sobre estos
incidentes, en los principales medios de comunicación
nacionales.
El trabajo y el esfuerzo de difusión de la imagen de una
ciudad moderna, cosmopolita y acogedora vertido por los
suelos.
Situación que, en principio, podría equipararse a lo
sucedido en el último enfrentamiento de Copa entre el Betis
y el Sevilla, en el Estadio Ruiz de Lopera aunque, una vez
analizados los precedentes, varios jugadores de la A.D.
Ceuta pertenecen a la chirigota “los poyuelos..”, nos
encontramos ante la respuesta violenta, de una parte de la
sociedad ceutí, a la crispación auspiciada desde algunas
formaciones políticas tras los Carnavales 2006.
Declaraciones y posterior organización de una manifestación,
presuntamente sectaria, organizada por algunas formaciones
políticas que, en aquella ocasión, finalizó con incidentes
violentos protagonizados por algunos salvajes y que, un año
después, tiene su continuación con los hechos que
denunciamos.
Ceuta no puede permitir la repetición de este tipo de
actuaciones. Todas las formaciones y organizaciones
políticas deben luchar por la convivencia entre las
diferentes culturas. Todos debemos respetar las tradiciones
correspondientes a cada una de ellas en previsión de futuros
hechos violentos.
Los ceutíes de corazón, debemos reflexionar serenamente y
decidir, razonadamente, el sentido de nuestro voto. Estamos
obligados, todos los ceutíes sin excepciones, a trabajar con
ahínco por el futuro de nuestros hijos obviando matices
electoralistas.
Debemos rechazar la crispación social existente y recuperar
la paz anterior a la aparición de la UDCE.
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