Si hay algo que le disgusta al
editor de este medio, en el cual se me concede este espacio,
es que lo use para escribir de fútbol. Y, sobre todo, es
incapaz de disimular lo mal que acepta el que yo enjuicie a
la Asociación Deportiva Ceuta. Lo cual, dicho sea de paso,
suelo hacer de higos a brevas. Pues bien: ni siquiera eso le
impide que me ponga cara de palo cuando opino al respecto.
El motivo es porque a José Antonio Muñoz le molestan
los comentarios negativos que se le hagan a un club cuya
historia le pertenece en grado sumo. Y, desde luego, tampoco
le agrada que haya personas que le achaquen a él la
publicación de los errores cometidos por una sociedad que
lleva ya dos temporadas dando tumbos. A pesar de ello, uno
no está dispuesto a callarse porque el propietario de este
medio haya decidido mantener una neutralidad que yo
considero quijotesca. Porque de hacerlo, etaría atentando
contra esa mínima independencia a la cual estoy asido.
Por tanto, tras este largo preámbulo, iré al grano. Me
parece estupendo que RTVC retransmita los partidos de la ADC.
Y además hay que felicitar a quien corresponda por la idea
que ha tenido de mostrarnos imágenes de la ciudad en la cual
se celebra el partido. Meter las cámaras por las calles y
plazas de Córdoba, semanas atrás, fue un acierto
indiscutible. Como lo ha sido también el mostrarnos las de
Linares. Lastima que el resto de la retransmisión carezca de
enjundia. Puesto que los comentarios técnicos no deberían
estar hechos por quienes son juez y parte. Aunque tampoco
conviene pecar de exigente.
En lo tocante al equipo local, cabe decir, una vez más, que
su mala situación es debida a una plantilla mal
confeccionada. Y hasta me atrevo a decir lo siguiente: de no
saber que fue hecha por un profesional tan baqueteado como
está, sin duda, Carlos Orúe, tendría la sensación de
que su hacedor habría sido un chiquilicuatre cualquiera, en
cuestiones futbolísticas. Los errores cometidos a la hora de
fichar, durante el verano, fueron más de los cuales un
equipo se puede permitir. Máxime en una categoría donde los
dineros hay que gastarlos con mucho tiento.
Así, los hermanos Narváez, tan ensalzados durante la
pretemporada, pegaron el petardo. De Gomar, que llegó
con vitola de jugador presto a romper moldes, ni siquiera
juega; Ramírez tampoco responde a las expectativas
depositadas en él; Alex Hornillo acabó marchándose. Y
qué decir de Amézaga, lateral derecho. Y, por si
fuera poco, se contrató a un tercer portero, llamado
Mackay, que también se dio el piro.
Demasiadas equivocaciones cometidas por un entrenador cuyo
conocimiento de la plantilla, y de sus necesidades, había
hecho posible que la directiva le concediera el derecho a
recomendar jugadores. A tales desaciertos, se le unieron la
falta de un lateral zurdo y de un central de ese lado. Con
lo cual el equipo ni ataca ni defiende bien por ese costado.
Y podríamos seguir enumerando las muchas dificultades que
entraña semejante anomalía para el buen rendimiento del
conjunto. Por una distribución irracional en el césped.
Pues bien, a medida que las derrotas se sucedían y el mal
juego era lo que predominaba, sólo se pensaba en la llegada
del mercado de invierno para solucionar los enormes
disparates que se habían cometido. Y se contrataron
futbolistas. Cuatro o cinco, cito a voleo, pero ninguno
capaz de remediar las deficiencias defensivas de la banda
izquierda ni las dificultades con las que el equipo se
encuentra a la hora de sacar el balón jugado desde atrás.
En realidad, pienso que la ADC se salvará de todo mal. Sin
embargo, conviene aprender la lección para no darle, nunca
más, tanto poder a quien tantos yerros ha venido cometiendo.
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