Hace ya algunas fechas que deseaba
congratularme desde mi España Cañí con la Casa Real Marroquí
por el nacimiento de la pequeña Jadiya, hija de Mohamed VI y
de, para mí, la reina más elegante del mundo que es Salma
Benani. ¿Qué dicen? ¿Qué Salma no tiene tratamiento de
majestad, sino de alteza?. Ustedes argumentarán lo que
quieran, pero los marroquíes son para envidiar ante la
elección impecable, realizada por su Monarca a la hora de
esposarse. Creo que fue ayer domingo cuando, Jaime Peñafiel,
azote implacable de las monarquías y gran experto en el
tema, alababa la elección real: Una exquisita joven, sin
pasado, por supuesto mocita, de una familia respetabilísima
de la burguesía, educada con disciplina, en valores,
ingeniera informática (lo que presume y supone una gran
inteligencia) y con una clase y un empaque irresistibles. Lo
que se dice una gran dama.
Quienes apoyan a la linda Rania de Jordania como reina de
corazones también postulan por una encantadora joven, que
está realizando una gran labor social en su país y que es un
icono de la moda a nivel internacional. Pero Lalla Salma, en
su elegante prudencia, vale, en cada aparición pública, bien
destilando glamour a la occidental, bien sentando cátedra de
estilo cuando se reviste con uno de sus maravillosos caftans
destilando una majestuosidad inigualable, vale, repito, por
un par de Ranias y por varias docenas de cualquiera de las
princesas europeas. Y eso que las hay encantadoras y de
pasado transparente como Matilde de Bélgica, Mary Donaldson
la abogada maridada con el de Dinamarca o Máxima de Holanda,
llana y simpática. Pero, la realeza, para serlo, tiene que
guardar un alo de misterio y de distancia y lo digo yo,
republicana convencida, pero republicana de Nicolás Sarkozy,
que es mi ídolo, que no de esa siniestra roja y gualda
teñida con un brazalete morado, que parece un mal sueño de
Ágata Ruiz de la Prada. La incomparable Salma, es una
auténtica profesional de la realeza y como tal cumple sus
obligaciones, primero, dar un rubio y guapo heredero a la
Corona y después alumbrar a una princesita que lleva el
nombre de su exquisita y prudente abuela, Jadiya.
Y apuesten lo que quieran a que, el Palacio Real continuará
llenándose de niños y espero que, Su Majestad, siga el
ejemplo paterno y les busque una niñera española, una tata
de toda la vida, de esas que cada vez es más raro encontrar,
pero que permanecen leales a su prole hasta que, los chicos
y las chicas se casan y lo mismo luego desea continuar
cuidando a sus hijos.
Ni que decir tiene que me gusta la Realeza Marroquí, porque
tiene un algo mágico…¿Qué no soy totalmente objetiva por mis
orígenes rifeños? Al revés, soy objetiva, soy lógica y como
sé leer, sé, que los Servicios Secretos marroquíes son una
pasada y también sé que, lo mejor para Europa es que, el
Sáhara sea plenamente marroquí, sin referendums ni porras
antequeranas, me digan ¿Cómo se iban a sustentar los míseros
saharaouis si tuvieran un estado propio? Pues dando palos a
diestro y siniestro y pensando que, sus veleidades estatales
tendríamos que costearlas los contribuyentes europeos.
Siendo marroquí habrá una ley, un orden y encima no
tendremos que mantener a gobiernos de pacotilla a base de
moral onegetista y de cooperación internacional. Pero, de
mis reticencias acerca de la innata y presumible incapacidad
de los saharaouis para gobernarse administrativamente sin un
férreo control de Rabat, ya hablaré en otra ocasión.
Lo importante es ahora la pequeña Jadiya, la felicidad que
ha traído su nacimiento y el talante de Mohamed VI a quien
no le tiembla la mano a la hora de compartir su júbilo
firmando indultos (otros podrían tomar ejemplo) y
favoreciendo a los más desafortunados.
Princesita Jadiya, sé bienvenida y que la luz siempre te
acompañe.
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