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OPINIÓN - LUNES, 12 DE MARZO DE 2007

 
OPINIÓN / EDITORIAL

Unidad frente al chantaje terrorista

Exagerado, electoralista e incluso irresponsable para algunos, las marchas y concentraciones organizadas por el Partido Popular durante los últimos días contra la prisión atenuada que el Gobierno, con la bendición del Juez de Vigilancia Penitenciaria de la Audiencia Nacional, ha concedido al etarra Ignacio de Juana Chaos no dejan de estar amparadas por su legítimo derecho a protestar y su deber democrático, como oposición, de hacer saber a la sociedad su desacuerdo con las decisiones del Ejecutivo que no comparte.

ETA ha sabido convertir durante los últimos meses la rebeldía de uno sus miembros, que tomó la decisión de ponerse en huelga de hambre sin consultar con la dirección de la banda terrorista, en una espada de Damocles para Zapatero: si el reo fallecía en la cárcel, su entorno aprovecharía sin duda este hecho para movilizar a su cada vez menos activa militancia; si, para evitarlo, el Estado tomaba la decisión de permitirle cumplir el resto de su condena en un hospital y, después, en su casa, tendría la oportunidad de utilizar este gesto como un síntoma de fortaleza. El Gobierno, a tenor de las declaraciones de sus máximos responsables, ha querido evitar la primera de las situaciones. El chantajista siempre juega, como ETA, con ventaja aparente. El PP vivió una situación similar en el Gobierno cuando la banda terrorista le puso en la tesitura de que asesinaría al concejal de Ermua Miguel Ángel Blanco en 48 horas si no acercaba a sus presos al País Vasco.

Entonces, pese a la crueldad de la situación, el Gobierno se mantuvo firme y todos, seguramente incluso los allegados a Blanco, lo entendieron. En democracia no cabe otra postura y corresponde a los partidos políticos mostrar un frente de unidad indivisible ante la amenaza del terror por encima de cualquier tentación protagonista o electoral. Si los dos grandes partidos nacionales consensuasen la política antiterrorista del Estado, como ambos dicen que anhelan hacer, todos nos sentiríamos más seguros y los inevitables recelos partidistas se reducirían.
 

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