La actriz Lola Baldrich disecciona su percepción sobre la
poesía del siglo XX en su último espectáculo teatral ‘Debajo
de las multiplicaciones’. Diecisiete poemas a pleno pulmón,
con la única compañía de Sandra Minguela al piano, que
presentó este fin de semana en el Espacio para el Arte de
Caja Madrid.
Pregunta: Tu selección de autores llama la atención porque
son la generación más clásica...
Respuesta: Cuando empecé a escoger hace dos años, había
muchos poetas del 50 como Gil de Biezma o Valente que
tienden a la poesía en prosa, son alucinantes y los leo,
pero al final, cuando tenia que hacer la dramaturgia de la
función, tenia que tener en cuenta que eran poemas para una
actriz. Esos son espectaculares para leerlos, pero no tanto
para un escenario. Empece seleccionando dos textos de Gil de
Biezma y Valente en boca de un niño de la guerra, pero
parecía un documental. Creo mucho en la musicalidad de las
palabras, la función de un espectáculo no es denunciar, ni
mostrar una sola generación, la clave es que la gente se
distraiga y descubra poesía. Al final, imperó el sentimiento
de la musicalidad. Quería hacer una función con principio,
nudo y desenlace sobre las cosas que contaban los hombres y
mujeres del pasado siglo. Sucumbí a hacer cosas mas cercanas
a mi voz, no fue por desconocimiento.
P: ¿En qué te basaste?
R: En el corazón. No quise hacer un estudio desde Bécquer
hasta un poeta que escribió un poema ayer. He intentado
enseñar lo más bonito, con dolor de corazón de haber dejado
trescientos poemas fuera.
P: ¿Qué historia cuentas?
R: Empiezo hablando del amor porque fue el inventor de los
poemas como dijo Lope de Vega. Después toco la inmigración
con Hierro; los españoles inmigrantes que se fueron del país
para sobrevivir, también hablo de la cotidianeidad, el
trabajo, la poesía en si misma... La poesía es un arma
cargada de futuro, como dice Celaya. Estaba muy preocupada
al principio, pero cuando amas tanto la poesía, sale solo.
P: ¿Es el piano el mejor amante de un poema?
R: Es maravilloso, pero reconozco que antes de empezar había
hecho recitales con violonchelo y me tentaba porque tiene
una presencia escénica muy humana. También pensé en el arpa,
que es muy femenino, pero el piano es el instrumento más
completo. Hemos investigado en la tradición oral, en el
siglo XX y XIV; ha habido mucho trabajo de mesa, de
improvisación, de conocimiento de música con palabra. De
esta forma, hacemos un juego con la música.
P: El papel del silencio en el teatro es muy importante, en
este caso, ¿tu aportación tiene más peso cuando hablas o
cuando callas?
R: Lo ideal es que lo que hayas dicho deje tal huella que
sea necesario un silencio para digerirlo. Me gustan mucho
los silencios, las pausas, el cambio. Al final, termina
siendo una partitura en la que los silencios acaban siendo
esenciales.
P: Han sido dos años de trabajo...
R: De descubrir, de comprar libros, de hablar con amigos,
con poetas. Empezamos a ensayar en octubre del año pasado.
Yo venía de Cuba de rodar una serie y la experiencia cubana
me tocó tanto que me di cuenta de que en un país
desarrollado como el mio se puede poner en marcha un
proyecto y que salga. Esto y que una concejala de un pueblo
de Madrid me dijo “ponemos fecha” y no hay nada mejor que
poner una fecha a un objetivo en la vida.
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