Mis queridos diocesanos:
Un año más, se celebra el “Día de la mujer trabajadora”.
Esta fecha nos invita a reflexionar sobre el significado y
el valor de la presencia de la mujer en el mundo del
trabajo. Tengamos para todas ellas un recuerdo agradecido.
1. Un signo de nuestro tiempo
El trabajo femenino, con las características que reviste en
la actualidad, constituye, un fenómeno nuevo en conexión con
el movimiento de promoción de la mujer que el Beato Papa
Juan XXIII ya señaló en la Pacem in terris como un signo de
nuestro tiempo.
2. La dignidad de la mujer
La publicación de la Carta Apostólica del Papa Juan Pablo II
sobre la dignidad y vocación de la mujer sigue siendo hoy
muy actual.
Este escrito proyecta la luz del Evangelio sobre uno de los
campos más radicales que nos vienen afectando durante años:
la lucha de la mujer por alcanzar los mismos derechos que el
varón. Las relaciones entre varón y mujer están, sin duda,
cambiando. Esta es una “revolución” más profunda que la
fundada en la “lucha de clases”.
3. Verdadera promoción de la mujer trabajadora
El trabajo debe ser un medio eficaz para realizar la propia
personalidad de la mujer, pero al mismo tiempo no debe dañar
los vínculos con la propia familia, que forma la finalidad
amorosa de sus fatigas. Efectivamente, a través del trabajo
la mujer gasta sus energías para el sostenimiento de su
familia y para su pleno éxito material y espiritual.
Ahora bien, si se quiere promover a la mujer, hay que
hacerlo de manera integral sin perder nunca de vista la
plenitud de su dignidad y su especificidad. El Papa Juan
Pablo II, de feliz memoria, en la Encíclica Laborem Exercens
afirma: “La verdadera promoción de la mujer exige que el
trabajo se estructure de manera que no deba pagar su
promoción con el abandono del carácter específico propio y
en perjuicio de la familia en la que como madre tiene un
papel insustituible” (LE 19).
4. Dificultades de la mujer para incorporarse al trabajo
En la actualidad se ve con optimismo que la tasa de empleo
entre las mujeres va aumentando, situándose en torno al 54%
en la actualidad. No obstante, existen serias dificultades
para la incorporación de la mujer al trabajo. El Papa Juan
Pablo II en su Encíclica sobre el trabajo humano insistía en
un segundo ámbito de valores: “El trabajo es el fundamento
sobre el que se forma la vida familiar, la cual es un
derecho natural y una vocación del hombre. Estos dos ámbitos
de valores -uno relacionado con el trabajo y otro
consecuente con el carácter familiar de la vida humana-
deben unirse entre sí correctamente y correctamente
compenetrarse” (LE 10).
Pero lo que está ocurriendo en la actualidad es que sobre la
mujer sigue recayendo el cuidado de la familia y las tareas
domésticas. La mujer se ve obligada a elegir entre su vida
familiar y su vida laboral, y, en el mejor de los casos,
compaginar “ambas vidas”. Así la mano de obra barata y
flexible que, en ocasiones, son las mujeres quienes la
padecen, les conduce a la renuncia de tener hijos o al
retraso de los mismos. Esta dinámica llega a convertir en
mercancía a la mujer trabajadora. Es necesario, pues,
recuperar en el seno de la familia el sentido de maternidad
y paternidad, e integrar familia y trabajo.
5. Mujer trabajadora
A vuestra condición de mujeres trabajadoras unís la de
cristianas. Tened, pues, la valentía de dar testimonio de la
doble dimensión de vuestra vida, como trabajadoras y como
cristianas.
Contribuid a enriquecer toda forma de solidaridad con el
espíritu de la comunidad cristiana.
Anunciad el nombre de Cristo, del carpintero, del Hijo de
Dios, del verdadero liberador de todos los males que tienen
prisionero al hombre y lo amenazan. Anunciadlo en vuestras
familias, en vuestros puestos de trabajo y en vuestras
fábricas y talleres.
Haced participar a todos los cristianos en las necesidades y
en las alegrías, en los problemas y en las esperanzas del
mundo del trabajo.
Tomad partido y comprometeos por las enseñanzas de la fe y
de la Iglesia. Sed levadura y semilla de una presencia
cristiana en todo lugar donde trabajéis, así el dominio de
Dios se amplía y crece la acción cristiana, la fraternidad y
la solidaridad entre los hombres y mujeres.
La Iglesia tiene confianza en vosotras, y os apoya si os
comprometéis a llevar el Evangelio en vuestro entorno
laboral.
6. Invitación al compromiso
La Iglesia consciente de esta hora decisiva y del papel
trascendental de la mujer en el trabajo os invita a dar una
respuesta de fe a la crisis de valores que afecta y turba a
tantas conciencias y a construir vuestra vida sobre lo que
es la mujer, sobre la verdad de su ser.
Tened presente, queridas trabajadoras cristianas, a la
Sagrada Familia de Nazaret, en vuestro trabajo y familia, y
a María, la mujer fuerte del Evangelio. En Ella Dios ha
hecho cosas grandes.
Pidamos que en vuestros trabajos se incluya a la población
de las mujeres humildes, sencillas y necesitadas, a las
cuales María ha reservado siempre hermosos gestos de
predilección maternal.
Reza por vosotras, os quiere y bendice,
*Obispo de Cádiz y Ceuta
Cádiz, 6 de marzo de 2007.
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