Es un manchego, de Ciudad Real,
que se ha situado en el pináculo de la fama cuando apenas ha
traspasado la frontera del medio siglo. Una edad estupenda
para digerir los éxitos. Pues ya sabemos que el hombre a los
cuarenta es presa de cambios tan pronunciados que a veces,
muchas veces, le hacen perder el tino. De ahí que no pocos
profesionales, de cualquier especialidad, hayan tirado su
carrera por la borda a esa controvertida edad.
Juande, hipocorístico que unido a Ramos, su segundo
apellido, se ha convertido ya en marca de lujo como
entrenador, está disfrutando de los éxitos que viene
obteniendo con un equipo sensacional: el Sevilla. Y lo viene
haciendo tras recoger los frutos de catorce años, más o
menos, dedicados a la tarea de entrenar.
De Juande, por sus declaraciones y por su forma de
comportarse durante los partidos, uno tiene la sensación de
estar ante una persona que sabe dominar sus emociones. Un
tipo que ha elegido la senda de hacer el menor ruido posible
para causar las menores envidias y no ser pasto de la
voracidad maligna de quienes andan siempre emboscados con
afán de derribar a los ganadores por derecho.
Por lo cual me atrevo a decir que el botellazo sufrido en el
campo del Betis, días atrás, le habrá dejado una sensación
desagradable, sobre todo, por haberse sentido protagonista
en todos los medios del mundo. Un hecho que ha venido a
romperle su teoría de que a la chita callando y sin alardes
de ningún tipo, su carrera tendrá un remate glorioso: ser
entrenador de un equipo grande. Mejor dicho, de un equipo
cuya historia ganadora sea imposible de igualar. Porque
grande, sin duda, es ya el Sevilla.
Por tener este concepto del entrenador manchego, tan parco
en palabras y tan poco dispuesto a darse pote, me
sorprendieron unas declaraciones suyas publicadas por el
diario británico The Times, traducidas por elmundo.es, el
lunes pasado, en las que se mostraba en la misma línea
avasalladora con que suele emplearse Mourinho, por poner un
ejemplo.
Declaraciones que no coincidían en absoluto con la forma de
ser a que nos tiene acostumbrado el hombre de moda del
fútbol español. Por tanto, ninguna sorpresa me ha causado el
titular aparecido al día siguiente y en el mismo sitio:
“Juande desmiente sus aires de grandeza en The Times”.
Dicho ello, y en vista de que estamos hablando de un
entrenador cuyos éxitos le están permitiendo ser figura
dentro de un equipo donde hay jugadores brillantes, me
hubiera gustado preguntarle, una vez finalizado el partido
frente al Barcelona, lo siguiente:
-¿Es usted consciente de que ha cometido un error táctico,
que podría catalogarse de infantil, y que le ha podido dar
la victoria al Barcelona de no haber detenido Palot el
penalti a Ronaldinho?
Y estoy convencido de que Juande Ramos, carente de esa
soberbia tan habitual entre quienes no saben de qué va la
cosa, me habría respondido más o menos así.
-Sí, me he equivocado al no prescindir de un central, dado
que el Barça jugaba sin un delantero al uso. Y ello nos
ocasionaba varios problemas. En principio, nos superaban en
el medio terreno; luego, Ronaldinho, que arrancaba desde
cualquier posición y que nunca era referencia para Escudé y
Ocio, nos destrozaba por todos los sitios. Así que de nada
nos servían los defensores citados.
-¿Por qué no combatió esa treta de Rijkaard encargándole a
un volante el marcaje del brasileño y así mataba de un tiro
dos pájaros?
-Mire usted, uno también se equivoca. ¿Contestada su
pregunta?...
-Sí. Muchas gracias. No esperaba menos de usted.
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