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OPINIÓN - JUEVES, 8 DE MARZO DE 2007

 

OPINIÓN / EL OASIS

Juan de la Cruz Ramos
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Es un manchego, de Ciudad Real, que se ha situado en el pináculo de la fama cuando apenas ha traspasado la frontera del medio siglo. Una edad estupenda para digerir los éxitos. Pues ya sabemos que el hombre a los cuarenta es presa de cambios tan pronunciados que a veces, muchas veces, le hacen perder el tino. De ahí que no pocos profesionales, de cualquier especialidad, hayan tirado su carrera por la borda a esa controvertida edad.

Juande, hipocorístico que unido a Ramos, su segundo apellido, se ha convertido ya en marca de lujo como entrenador, está disfrutando de los éxitos que viene obteniendo con un equipo sensacional: el Sevilla. Y lo viene haciendo tras recoger los frutos de catorce años, más o menos, dedicados a la tarea de entrenar.

De Juande, por sus declaraciones y por su forma de comportarse durante los partidos, uno tiene la sensación de estar ante una persona que sabe dominar sus emociones. Un tipo que ha elegido la senda de hacer el menor ruido posible para causar las menores envidias y no ser pasto de la voracidad maligna de quienes andan siempre emboscados con afán de derribar a los ganadores por derecho.

Por lo cual me atrevo a decir que el botellazo sufrido en el campo del Betis, días atrás, le habrá dejado una sensación desagradable, sobre todo, por haberse sentido protagonista en todos los medios del mundo. Un hecho que ha venido a romperle su teoría de que a la chita callando y sin alardes de ningún tipo, su carrera tendrá un remate glorioso: ser entrenador de un equipo grande. Mejor dicho, de un equipo cuya historia ganadora sea imposible de igualar. Porque grande, sin duda, es ya el Sevilla.

Por tener este concepto del entrenador manchego, tan parco en palabras y tan poco dispuesto a darse pote, me sorprendieron unas declaraciones suyas publicadas por el diario británico The Times, traducidas por elmundo.es, el lunes pasado, en las que se mostraba en la misma línea avasalladora con que suele emplearse Mourinho, por poner un ejemplo.

Declaraciones que no coincidían en absoluto con la forma de ser a que nos tiene acostumbrado el hombre de moda del fútbol español. Por tanto, ninguna sorpresa me ha causado el titular aparecido al día siguiente y en el mismo sitio: “Juande desmiente sus aires de grandeza en The Times”.

Dicho ello, y en vista de que estamos hablando de un entrenador cuyos éxitos le están permitiendo ser figura dentro de un equipo donde hay jugadores brillantes, me hubiera gustado preguntarle, una vez finalizado el partido frente al Barcelona, lo siguiente:

-¿Es usted consciente de que ha cometido un error táctico, que podría catalogarse de infantil, y que le ha podido dar la victoria al Barcelona de no haber detenido Palot el penalti a Ronaldinho?

Y estoy convencido de que Juande Ramos, carente de esa soberbia tan habitual entre quienes no saben de qué va la cosa, me habría respondido más o menos así.

-Sí, me he equivocado al no prescindir de un central, dado que el Barça jugaba sin un delantero al uso. Y ello nos ocasionaba varios problemas. En principio, nos superaban en el medio terreno; luego, Ronaldinho, que arrancaba desde cualquier posición y que nunca era referencia para Escudé y Ocio, nos destrozaba por todos los sitios. Así que de nada nos servían los defensores citados.

-¿Por qué no combatió esa treta de Rijkaard encargándole a un volante el marcaje del brasileño y así mataba de un tiro dos pájaros?

-Mire usted, uno también se equivoca. ¿Contestada su pregunta?...

-Sí. Muchas gracias. No esperaba menos de usted.
 

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