Se acabaron los carnavales y con
la finalización de los mismos, nos llega la Semana Santa,
para que la vida siga su ritmo, para que todo sea igual,
para que nada cambie porque nada puede cambiar en los pasos
a seguir en esta vida. Somos meros polichinelas manejados
por una mano maestra que decide cuando salimos al escenario
de la vida, y cuando toca el momento de cortar los hilos que
nos unen a ese escenario.
Esperamos y deseamos que, con la llegada de al tradicional
Semana Santa, permanezca el buen tiempo y no tengamos que
estar pendientes de si, en cualquier momento nos va a llegar
la lluvia a estropearnos el asunto. Porque, la lluvia, ha
sido la causa del derramar mares de lágrimas de todos
aquellos que entregados, en cuerpo y alma, a sacar sus
procesiones para hacer el recorrido oficial de las misma, se
han encontrado con que la maldita lluvia no ha dejado
realizar sus deseos y sus sueños contenidos durante todo un
año de hacer, con sus pasos, sus desfiles procesionales.
Sin embargos otros miran al cielo pidiendo que no llueva
pero que caiga la nieve suficiente para disfrutar de su
deporte favorito, esquiar. En la mayoría de los casos, son
aquellos que van a descansar de haber descansado. Son pocos
los casos en que estos peazo de ojos, que se tiene que comer
los asquerosos de los gusano, han visto en las pistas de
esquiar a los peones de albañiles o a currantes de escasa
categoría. Por el contrario, si he visto a personajes
importantes, de esos que curran poco, por no decir nada,
lanzarse cuesta bajo por las pistas de esquiar.
Sinceramente tengo que reconocer que no me atrae, nada de
nada, el asunto de esquiar en la nieve y mucho menos
lanzarme cuesta abajo subido en uno de esos trastos que te
colocan en los píes. Respetando a todo el que siente ese
gran placer, sigo sin comprender cómo se ponen esas pesadas
botas y todos los demás artilugios, se colocan en un cola en
la que puede estar media hora esperando, se suben en una
cosa rara que se entre las piernas para, después, bajar a
toda leche durante un par de minutos y vuelta a ponerse en
la cola. Que me perdonen los esquiadores pero, uno, no está
para esos trotes que, por demás, me parece algo absurdo
espera tanto tiempo para disfrutar un par de minutos. Oiga,
amigo guardia, el que la lleva la entiende. Conmigo que no
cuenten.
Bueno también hay quien aprovecha esta semana para largarse
fuera de nuestra tierra y, según dicen a pasarlo bien.
Después, cosa lógica, porque esto tampoco cambia, vienen
exigiendo al gobierno de la Ciudad que tome cartas en el
asunto, que la cosa está muy mala y que así no podemos
seguir.
O sea que pensándolo bien, siempre es la misma historia,
acaban los carnavales, llega la Semana Santa, unos miran la
cielo pidiendo que no llueva, otros miran solicitando que
caiga nieve en abundancia, otros se marchan y, después,
vuelven pidiendo a voces la intervención del gobierno de la
Ciudad, para arreglar el asunto que la cosa está muy mala y,
así, no se puede seguir.
Oiga, amigo guardia, allá cada uno con sus problemas.
Servidor se va a quedar en mi tierra a disfrutar de su
Semana Mayor, por su puesto mirando al cielo para que no
llueva y porque, mi banco amigo, no me ha querido ampliar el
préstamo. ¡Dita sea!
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