“Marzo ventoso y abril lluvioso,
hacen a mayo florido y hermoso” O al menos eso se ha dicho
desde tiempos inmemoriales y es una aseveración que
pertenece a nuestro imaginario colectivo, al igual que
suspirar y afirmar “¡El tiempo está loco!” y más majarón que
se va a poner si no aplicamos, a nivel mundial, los
protocolos y los países no se responsabilizan y le echan
imaginación al asunto y cojones a los intereses de las
multinacionales que dominan el planeta. ¿Qué si me voy a
poner en plan conspiranoico? Si. En efecto. Soy de la firme
creencia, que no me parece aberración fantástica ni
chaladura, de que, el petróleo, se puede fabricar
perfectamente con fórmulas de laboratorio y a precios
irrisorios, pero, las grandes petroleras no lo permiten
porque hay enormes intereses económicos en juego. De hecho
es bien sabido que, cada año, se registran patentes sobre
inventos novedosos y energías alternativas que son
adquiridas y retiradas del mercado.
Los coches eléctricos son una realidad, pero no interesa su
promoción y fabricación a gran escala porque supondría la
ruina de ese ramillete de individuos que, a la postre, son
quienes mandan en el globo comercializando el crudo. Así que
seguiremos comprando la gasolina y el gasoil y los Estados
lucrándose de los escandalosos impuestos con que nos crujen
cada vez que apretamos el botón de la manguera, entre
suspiros y admoniciones. Mientras tanto, respiramos smog,
nos envenenamos con la polución, el agua potable es un
problema a nivel mundial y a ningún Séneca se le ocurre que,
en lugar de mandar sacos de billetes a los corruptos
gobernantes de países desastrosos, para que engorden sus
cuentas suizas y pertrechen a sus ejércitos para acoquinar a
la desdichada población, que lo interesante es que, los
corruptos no vean ni un duro de refilón y se comiencen a
montar desaladoras y canalizaciones al estilo de Israel.
Porque ¿Qué era Israel cuando llegaron los primeros
samuelitos a recuperar la Tierra Prometida de sus
antepasados y sus territorios históricos? Pues un puto erial
con cuatro cardos un par de cabras famélicas, donde no
crecían ni las chumberas. Comenzaron los kibutz, a desalar,
canalizar, potabilizar y plantar, a currar como ellos curran
y en diez años aquello era y es, aparte de un vergel, la
única democracia occidental en Oriente Medio y una economía
francamente competitiva.
A nivel del empleo de los recursos hidráulicos, nuestra
España, bien podía echar cuentas de los samuelitos prepucios
descapotados, mandar allí a nuestros ingenieros o traernos a
los judíos y reforestar la piel de toro, aquella que fuere
un inmenso bosque, donde, una ardilla, podía llegar saltando
desde los Pirineos a Andalucía. Las desaladoras no son
baratas, pero más cara es la desertización de regiones
enteras e infinitamente más costoso y antiestético, amén de
poco natural, son esos cultivos bajo plástico en
invernaderos con “cosechas tempranas” artificiales y donde y
que Dios perdone mis sospechas, apuesten cualquier cosa a
que, los jornaleros se mean, porque no he visto aún
invernaderos bajo plástico con resplandecientes wáteres y
duchas alicatadas a su vera. Comemos artificial y meado y
seguro que lleno de abonos, plagicidas y pesticidas, hasta
el punto de que, en la península, los llamados “productos de
agricultura ecológica” es decir, ese melocotón madurado bajo
el sol, esas peras de agua sin potingues, esas naranjas que
tienen hasta zumo, frutas y verduras de la huerta, alcanzan
precios prohibitivos y son considerados un auténtico lujo.
Si el tiempo está loco, mayeando en marzo y marceando en
mayo, nosotros estamos pirados y nuestra conciencia
ecológica llega, como mucho y en lugares altamente
civilizados, a tratar de reciclar la basura arrojándola en
bolsas de distintos colores. Y en la mayoría de los casos,
ni eso.
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