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OPINIÓN - SÁBADO, 4 DE MARZO DE 2007

 

OPINIÓN / EL OASIS

Luchas internas
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

La política no es un ejercicio suave y amistoso. Es conocido que en los partidos priman intrigas y rencores. Se suscitan odios entre dirigentes que poco a poco van minando el poder de las siglas. Y todo ello como consecuencia de ese deseo irrefrenable de quienes quieren mandar cada vez más para hacer de su capa un sayo.

En defensa de estas luchas internas y casi siempre barriobajeras, se alega que sirven como preparación para enfrentarse a los opositores. Puede que así sea, siempre y cuando tales prácticas no desemboquen en aborrecimientos tan arraigados que ayuden a socavar los cimientos del partido.

Cuando la tirria alcanza una intensidad tal que lleva a los líderes a destruirse entre sí y, durante los enfrentamientos, consiguen dividir a los militantes del partido, éste comienza a degradarse y a emitir señales de debilitamiento. Todos los partidos, por no hablar de gobiernos, han padecido las luchas intestinas y han terminado por pagar sus consecuencias. Se han visto dañados hasta el punto de que luego pagaron su cainismo con creces.

Aún me acuerdo de cómo la UCD se fue derrumbando porque sus llamado barones no podían soportarse. Tampoco me es ajeno de qué manera los socialistas de Ceuta, aquellos que recibieron con vitores el triunfo sonado de Felipe González en 1982, se hicieron el haraquiri por disputas de consejerías, prebendas, nombramientos, y parcelas desde las que imponer sus deseos y, sobre todo, obtener dinero.

No ha mucho se armó la tremolina en el Partido Popular de Ceuta, por mor de unas elecciones a la presidencia. Un alboroto que fue creciendo a medida que las personas enfrentadas iban levantando la voz para enterarnos de situaciones que suelen normalmente buscarse acomodo en las alcantarillas.

De aquel jaleo, más parecido a las riñas de patios vecinales de cuando España era toda grisura y la miseria corrompía a cada paso, se abrieron heridas que fueron restañadas, pero que aún siguen supurando. Por más que haya quien se empeñe, con buen criterio, en desplegar habilidades con agasajos donde se quiere hacer ver que aquí no ha pasado nada y to er mundo es güeno.

Aquel revuelo entre los dos candidatos a la presidencia, Pedro Gordillo y Emilio Carreira, sirvió para ir olvidando otro que pudo haber hecho trizas las aspiraciones del PP. Si bien para exponerlo tendría yo que hablar de Jesús Fortes. Y hoy no me toca referirme a él. Puesto que el hombre prefiere pasar inadvertido. Y uno, respetuoso con su proceder, lo entiende y lo acepta.

Sin embargo, bien harían los mandas populares en procurar por todos los medios no caer en las redes de la ambición desmedida, cuando falta nada y menos para unas elecciones donde están colocados y ganadores. Trataré de explicarme.

Yo comprendo que haya muchos nervios entre quienes no quieren dejar de ser diputados y los que aspiran a serlo. Y que estén en ascuas todos los que esperan impacientes la composición de esas listas electorales. Ya que son muchas las personas que dependen de ellas para disfrutar de un modo de vida distinto. No olvidemos que los partidos se han convertido en agencias generadoras de empleos. De ahí que circulen rumores de todo tipo y que el personal afectado suspire a cada paso.

Mas todo lo dicho, con ser un factor de división interna (pues a fin de cuentas es Juan Vivas quien debe gobernar y lo lógico es que lo quiera hacer arropado por los suyos), es menos peligroso que la disputa entre líderes por hacerse con las riendas de la consejería de Fomento. Por ahí puede empezar la decadencia del PP. Así que oído al parche.
 

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