¿Cuántas mujeres van asesinadas
por sus parejas en lo que va de año? Al día de hoy creo que
son ya quince y la suma sigue y crece. Dicen los psiquiatras
que, el maltratador, no es un enfermo, puede ser un
psicópata pero no está enfermo. Y aluden a la realidad
incontestable de que existe lo que se llama el ser
“perverso” es decir, la persona que es mala sin sufrir
ningún tipo de desorden psiquiátrico. Así debe ser, puesto
que lo dicen mis maestros en las tareas de la comprensión,
complejísima, de los avatares neuronales. Pero servidora que
es de naturaleza simplonata y profundamente de pueblo opina
que, el perverso de entrada es un hijoputa y de salida está
desequilibrado. Porque nadie “normal” puede ser malo porque
sí y hacer cosas malas porque le sale de su peluda y alocada
ingle y encima no experimentar el mínimo arrepentimiento,
entonces sería un sádico, que disfruta con el dolor ajeno y
el sadismo es patología.
Cualquier conducta que se aparta de la normalidad es
“anormal” y hay que buscarle un por qué, pero no en los
traumas infantiles, sino escarbando en la mente hasta
diagnosticar. Y ya desde pequeño, el cabroncete se hace
notar, por eso siempre he defendido que, en las escuelas,
debe estar operativo un gabinete psiquiátrico, que no
psicológico, para un diagnostico precoz de pequeños
individuos carentes de empatía, que corresponden al perfil
de maltratador escolar, violentos o conflictivos. Con la
naturaleza perversa o con el desequilibrado no valen
charlitas de oenegé, ni buenismo almibarado, sino normas,
pautas, disciplina férrea y, en su caso, medicación y
control ambulatorio. Cientos de niños son maltratados por
sus compañeros en el ámbito escolar, cientos de mujeres
tienen que acudir a pedir protección, cada vez más
frecuentemente saltan noticias de niños maltratados por sus
padres ¡Cuánto malo! Los sociólogos apuestan por la
educación en valores adobada con disciplina y normas y
salpimentada con castigos como consecuencias a las malas
acciones. Educar para sensibilizar, pero también proteger a
la sociedad y a la comunidad ante elementos indeseables en
quienes la cultura resbala, se oponen a las normas y son
impermeables a los valores. Cientos de veces, durante años
he venido advirtiendo, desde mi humilde catetería de persona
sencilla pero tremendamente práctica, de la necesidad
imperiosa de rescatar, modernizar y adaptar a nuestra
realidad actual leyes como la de “Peligrosidad Social” de
infausta memoria para muchos, porque era tremendamente
sancionadora, porque estaba hecha con la mentalidad de hace
cincuenta años que no es la de ahora, pero lo fundamental es
que, los ciudadanos han de protegerse y tener identificados
y férreamente controlados judicial y policialmente a los
elementos potencialmente peligrosos. La Ley de Peligrosidad
Social aplicada a los maltratadores de mujeres y niños
supondría un serio obstáculo para sus fechorías, la Ley de
Peligrosidad Social aplicada al joven delincuente que ha
desperdiciado sistemáticamente oportunidades de educación y
reinserción, supondría una amenaza firme de sanción
continuada. ¡Cuánto malo! Necesitamos nuevas leyes para los
nuevos y turbulentos tiempos, Jueces y Fiscales mejor
pagados, infinitamente mejor pagados, con incentivos por
buenas sentencias y éxitos profesionales, funcionarios de
justicia retribuidos por la valía de su importante misión y
con sueldos equivalentes a los de los politicastros. Para
que funcionen las leyes y la justicia hay que inyectar
buenos presupuestos y para que las FOP acaben con el ¡Cuánto
malo! Triplicarles los sueldos y los medios. Al partido
político que asuma ese compromiso en plan contractual y lo
cumpla para no incurrir en estafa y apropiación indebida de
votos por abuso de confianza, creo que le votaríamos todos.
Bueno, me confirmen ¿Van quince asesinadas? Escribo estas
líneas y a lo mejor ya suman dieciséis.¡Cuanto malo!
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