No es la primera vez que le dedico
este espacio a quienes se dedican a narrar partidos de
fútbol y a los comentaristas. Y no será la última. Porque
mucho temo que la situación terminará empeorando. Con lo
cual estaríamos abocados a ser espectadores de una situación
comatosa por adulteración de los contenidos. El temor a que
llegue el momento en el cual una minoría se vea obligada a
prescindir de las voces de quienes mienten más que hablan y
procuran contarnos cada domingo el cuento del alfajor
futbolístico, se ha hecho más patente desde que La Sexta ha
irrumpido en el mercado de las retransmisiones.
Han conseguido Andrés Montes, Julio Salinas y
el jerezano Kiko, en apenas un abrir y cerrar de ojos, hacer
bueno a Michael Robinson. Al menos, han hecho posible
que éste, al comprobar el mal efecto que produce las
payasadas de este trío, haya decidido suprimir las suyas y
se nos muestre ahora con la seriedad correspondiente de
quien tiene la obligación de darnos cuenta de cuanto
acontece en el césped.
En cualquier espectáculo, y el fútbol es quizá el mayor del
mundo, cabe la broma adecuada, naturalmente que sí. Pero
nunca por sistema. Puesto que para esa misión lo mejor sería
que el presidente de esa cadena -La Sexta-, Emilio Aragón,
convirtiera la cabina de retransmisiones en un programa de
humorismo. Siendo como es él, por encima de todo, un maestro
en ese género.
El fútbol es tan grande como para merecer el respeto de los
periodistas. Ya está bien que muchos de ellos, muchísimos,
no sepan ni una papa de lo que están viendo, como para que
encima encubran su ineptitud con hilarantes conversaciones.
Pero siendo ridícula la actuación de Andrés Montes, en todo
instante convencido de que es chistoso por la gracia de
Dios, peores se muestran sus acompañantes. A quienes les
debería causar sonrojo aceptar el papel de caricatos
sometidos a difundir cuchufletas cada dos por tres.
Tanto Salinas como Kiko, dos ex jugadores de primera línea,
le hacen mucho daño al fútbol cuando buscan más despertar la
risa de los televidentes que ir analizando los muchos
problemas que se plantean en el terreno de juego. Detalles
cuyas consecuencias casi siempre influyen decisivamente en
el buen o mal juego de los equipo. Vayamos con algunos de
ellos.
¿Cómo es posible que en el Atlético de Madrid-Real Madrid,
del sábado pasado, hablasen de Torres, defensa
madridista, como alguien destacado siempre, cuando el chaval
se pierde en el lado izquierdo de la defensa? Hasta el punto
de que Galletti le hizo hasta el teléfono. Así no se
le ayuda al jugador. Y, por supuesto, es la mejor manera de
engañar a los aficionados. Y, para colmo, interviene
Jorge Valdano y nos dice que el hecho de poner a
Michel y prescindir de un lateral zurdo, cual Marcelo,
es porque el entrenador no quiere darle tanta
responsabilidad a dos jóvenes. Y se quedó tan pancho.
Pues no, filósofo de la cosa; y es así porque Torres en la
derecha hubiera sido mucho más eficaz a la hora de marcar a
Jurado. Y Marcelo, brasileño con el oficio aprendido,
a pesar de su juventud, hubiese conseguido algo de suma
importancia: otorgarle a la alineación de Fabio Capello
una distribución racional.
Tampoco se me puede olvidar, otro despropósito de Valdano, a
quien siempre le he reconocido su enorme voluntad para
cultivarse, al referirse a Guti. Si usted cree que
este futbolista puede jugar en el Madrid, sesteando durante
casi noventa minutos, con la única misión de dar un pase
bueno, permítame decirle que debe ya dedicarse a imitar a
Andrés Montes y a sus caricatos. Ya está bien de timos de la
estampita. Aunque vayan edulcorados.
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