La cola de gente que había para hacerse con un plato de
paella imponía respeto, y más con el excelente sol que
comenzaba a hacer de las suyas a eso de la una de la tarde.
La fila era lo primero que veía uno al acercarse por la
Marina a disfrutar de la ‘paellá’ que Rafa ‘el cardiaco’ y
los miembros de la peña ‘Las plantas’ preparaban con
deboción y buen hacer para el disfrute de los ceutíes.
Lo demás puede imaginarse dado lo buena que salió la paella,
o mejor, las paellas, ya que se prepararon nada menos que
una para 500 personas, otra para 300 y cinco más para 100
personas cada una. Casi nada. Un punto a favor fue la
consideración con el resto de culturas de Ceuta, ya que se
preparó sin cerdo, con marisco (ole), y con pollo matado al
uso musulmán para que también pudiesen disfrutarla.
El arroz, en su punto, y de cantidades ya no decimos nada
porque, a la luz de lo dicho, sobran más comentarios.
Comieron hasta los peces voladores. Las familias ceutíes se
dieron un agradable paseo hasta la Marina, disfrutaron del
día espléndido que lucía para acompañar este último acto de
carnaval antes de que la Caballa pase a mejor vida, y se
organice su sepelio entre llantos y deseos de que pase
pronto el año para volver a disfrutar de la fiesta.
Rafa y su cuadrilla disfrutaban como podían, ya que estar
cocinando paella desde las 9 de la mañana tiene su tela, y
más cuando el sol empieza a apretar al lado de los fuegos
que preparan el arroz. Pero el buen humor y las ganas de
pasarlo bien eran la nota dominante.
Las familias, una vez esperada la cola y con su platito en
las manos -por cierto, se llevaron más de 3.400 platos- se
sentaban para comer a dos carrillos, que la ocasión lo
merecía. Los niños jugaban junto al escenario. Las madres
charlaban al sol detrás de sus gafas oscuras. Y los hombres
departían, no muy lejos de la barra, comentando el partido
del derbi madrileño o los concursos carnavaleros.
Y en todo momento, el platito de paella en las manos. Una
paella de la que alguien dijo, en una deliciosa nota de
humor carnavalero, que estaba tan buena que muchos daban
media vuelta en el sitio para cojer un segundo plato sin
esperar la fila. Una mañana de domingo apacible, tranquila,
glotona, y pasada por sol y por risas. Una mañana para
reponer fuerzas después de todas estas fiestas y afrontar
con la tripa llena la cuaresma.
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