Los niños aprenden a través de los videojuegos lo que son
las drogas, asesinatos, atropellos, pegar a la mujeres,
vender drogas, maltratar, violar, se descuartiza, se quema a
la gente, la prostitución, las masacres indiscriminadas, la
quema de colegios… integran los contenidos de este tipo de
“ocio”.
Según una ambiciosa encuesta, los menores reconocen que
jugar les producen molestias físicas como sequedad de ojos y
dolor de espalda y provoca cierta irritabilidad, adicción,
nerviosismo, aislamiento y discusiones con sus padres.
Pero no todo es malo: entre los aspectos positivos que los
niños encuentran en los videojuegos destaca la diversión y
entretenimiento, que les permiten ejercitar la agilidad en
los dedos, aumentar los reflejos y “hacer lo que no pueden
hacer en la realidad”.
Los datos debe llevar a los padres a preocuparse más en
saber con qué juegan sus hijos, aunque en un estudio
anterior se puso de relieve el escaso control que tienen los
menores a la hora de ver la televisión o jugar con las
videoconsolas, los móviles o a través de la red.
Tomando como referencia otra encuesta anterior, se ha
detectado un incremento de la adicción de los niños, ya que
ha aumentado el porcentaje que reconoce que les cuesta dejar
de jugar. Es interesante incluir este importante dato: “casi
el 60% de los niños y adolescente afirma que les cuesta
mucho dejar de jugar”.
Una de las cosas que más preocupa a los expertos es que uno
de cada tres jugadores no hace caso de las edades
recomendadas por los fabricantes, y, sobre todo, que la
mayoría de los adolescentes reconoce tener videojuegos
pirateados, un problema económico y social, ya que estos
juegos escapan a cualquier tipo de control sobre los
contenidos y clasificaciones, por lo que los menores pueden
acceder a juegos violentos, sexistas o xenófobos sin
problemas. Se alertó de que una de las características que
más buscan los niños en los videojuegos es el realismo, y
las nuevas tecnologías permiten ese realismo hasta límites
impensables: además frente a las películas en las que el
menor es espectador, los videojuegos son interactivos.
Ante esta situación, los responsables educativos elaborarán
un documento con las conclusiones de expertos para
facilitarles a profesores y padres, comprar videojuegos
adaptados a cada edad y controlar su contenido.
Nuestros juegos infantiles eran muy creativos. Nosotros
jugábamos, utilizando diversos tipos de materiales, nuestros
propios “juguetes”. Así, sólo por citar algunos ejemplos,
elaborábamos nuestras “pelotas”, a partir de medias muy
deterioradas, inservibles de nuestras madres o hermanas,
llenas de “carreras”, donde no podían ir a la reparación
para “cogerles puntos”. La media utilizada se “rellenaban”
de recortes de tela, porciones de algodón, se presionaba y
redondeaba y la obra se remataba con un sistema de cierre,
donde algunos de nosotros éramos expertos especialistas.
Algún bote daba la “pelota”, que en los días de lluvia
tenían escasos minutos de vida, por su deformación, y
además, ya no se podía “tirar” de ella. Formaba parte de
nuestra creatividad.
Otro juguete, producto de nuestra creatividad era el
“clásico” carrito hecho con alambres y tapas de lata de
leche. Bastaba con disponer sencillas herramientas, que,
generalmente se encontraban en nuestras casas.
Por último, estos juegos no generaban problemas económicos y
sociales, sin control, y que cualquier menor podía acceder a
ellos, favoreciendo su creatividad.
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