Muerta por accidente, dicho de una forma
políticamente correcta en sintonía con el pensamiento -y el
talante, ¡sobre todo el talante!- de ese pájaro
posado -¡y de qué manera!- en el nido de La Moncloa.
Supongo además que la culpa sería, cómo no, de la
conductora del BMR reconvertido en ambulancia blindada,
por no haber visto la mina anticarro a su paso.
Elemental, querido Watson.
Estamos en guerra y hay que ser muy imbécil -o muy
cobarde- para no verlo. En fin, hay pajarracos pa tó.
Pues nada, el pájaro monclovita del que hablaba negó
la pasada madrugada del viernes a la militar fallecida la
Cruz al Mérito Militar con distintivo rojo, concedida
por acciones, hechos o servicios eficaces en el transcurso
de un conflicto armado o de operaciones militares que
impliquen o puedan implicar el uso de la fuerza armada y que
conlleven unas dotes militares o de mando significativas.
Idoa fue merecedora de una cruz más light,
con distintivo amarillo. Claro, la soldado no murió
en acto de guerra. Supongo que iba, con sus compañeros,
de paseo a repartir chocolatinas. Lo dicho. Un
accidente. Como la terminal de Barajas. Seguro que
además estaría despistada. La juventud.
Un emocionado recuerdo para Idoa, española muerta
de uniforme a bordo de un vehículo militar en territorio en
guerra. Sit tibi terra levis, soldado. Y mi más
solemne desprecio para el pájaro huevón, abofado de
saburra idológica, aranero, monaguillo de Chamberlain
y Daladier, atolondrado en su abaldonamiento y
acompañado en su vuelo por la hojarasca verbal de otro
pajarraco, un valido (¿o debería escribir visir?)
famoso por sus mentiras goebbelianas aun cuando, en
sus albures, clama y clama por la verdad. Así estamos. Y así
acabaremos, entre alambradas y trincheras de dolor.
Como advertía el mariscal Rommel, un ejército
nunca es más fuerte que su punto más débil. Y, hoy por
hoy, nuestro punto flaco está en el nido del flojeras.
El del pajarraco de marras. En La Moncloa. A las
legiones occidentales y a los aliados federados el enemigo
que nos acosa, montaraz en el frente, silente y agazapado en
la retaguardia, nos está emboscando un Rocroi.
Un Annual. Un Dien-Bien-Fu. Y mientras, los
pajarracos monclovitas engolados con la bufa diplomacia
del turbante. Haciendo, eso sí, lo que mejor saben:
el tonto útil.
Posdata: ¡pásalo!
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