El Gobierno de la Ciudad, a través
de su portavoz, Yolanda Bel, ha advertido que se ha de
respetar la libertad de los votantes. Una absoluta obviedad
en esta nuestra España democrática por la que tanto se luchó
en los finales de la década de los 70 propiciando una
modélica transición, ejemplo de capacidad y de
responsabilidad en una sociedad que hizo las paces y quiso
cerrar heridas. Era la España del Seat 124, la del Simca
1000, la de los manis de cuello alto, la de los pantalones
de campana... Se hizo bien, muy bien la transición. Los
españoles respirábamos una libertad ansiada, demandada,
necesitada. Sin embargo, con el paso de los años, de las
décadas, la sociedad ha devenido, al parecer a peor si
tenemos en cuenta todo lo que nos acontece en nuestro
alrededor.
Treinta años después, en España comienzan a romperse ciertos
corsés que acogotaban a la sociedad. La libertad de acción,
de pensamientos, junto con los derechos inherentes recogidos
en nuestra Constitución, toman cada vez más protagonismo
(despenalización del Aborto, bodas homosexuales...)
venciendo las ataduras morales de la vieja España de rancia
moral religiosa. Sin embargo, algunos de los llamados
representantes del mundo islámico español se atreven a
propugnar, en pleno siglo XXI, lo que deben votar sus
seguidores y hacia qué dirección.
Si los españoles, treinta y dos años después de la tortuosa
dictadura, volvemos a caer en el error de mezclar la
religión con la política, estaremos abocados a iniciar el
camino de retorno hacia el caos social más absoluto. La
política y el voto en nuestro país son todavía una elección
libre y personal, como lo es el condicionarse a los
dictámenes de cualquier religión. Así que mala publicidad la
que la Junta Islámica ha realizado de PSOE, IU, UDCE y CpM
pidiendo a los musulmanes el voto hacia esas siglas.
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