PortadaCorreoForoChatMultimediaServiciosBuscarCeuta



PORTADA DE HOY

Actualidad
Política
Sucesos
Economia
Sociedad
Cultura

Opinión
Archivo
Especiales  

 

 

OPINIÓN - VIERNES, 23 DE FEBRERO DE 2007

 

OPINIÓN / EL OASIS

Jose María García
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

A Jesús Quintero le han censurado una entrevista realizada a José María García en su programa, titulado “La noche de Quintero”. Y desde la 1 de televisión se ha comunicado que ello se ha producido porque el afamado periodista más que opinar se dedicó a insultar, a descalificar y no cesó de atacar a terceras personas. Lo único que ha permitido TVE es que se conozcan las críticas vertidas por Supergarcía a Luis Fernández, presidente del medio, para “evitar dudas” sobre los motivos que han motivado la censura.

Todas las censuras son lamentables. Pero a JMG lo único que han hecho es darle a beber de la medicina que él tanto recetó cuando estaba subido al pináculo de la fama. Cuando se movía como un dios de las ondas y su corta figura se pavoneaba por doquier y daba y quitaba razones acordes a sus intereses.

A JMG había que verlo cuando se presentaba en cualquier acto y reclamaba toda la atención admirativa por parte de la concurrencia. Andaba contoneándose y repartiendo bendiciones a derecha e izquierda, cual si fuera el inventor de la penicilina. Sólo las personas centradas y carentes de miedos porque no ostentaban cargos deportivos, se reían a mandíbula batiente de quien se presentaba en los actos fumando un purito y pidiendo tratamiento de figura señera del solar español.

Una noche, del año de 1975, me acuerdo que acudimos a la inauguración de un local en un barrio cercano al campo de fútbol del Atlético de Baleares. Y cuando acabó la fiesta, ya pasada la medianoche, nos invitaron a un club de alterne, de cierto fuste y donde las normas de buena educación eran exigibles en todo momento.
Pues bien, en cuanto el gran hombre de la noche traspasó el umbral de aquel sitio, lo primero que hizo es mostrarse chabacano con una de las señoritas que atendían a los clientes, en noche preparada expresamente para que todo transcurriera por los cauces del disfrute.

Pero El Butanito, crecido en todos los aspectos, se encontró aquella noche con una chavala, de porte estupendo, que le respondió colocándole un rejón certero por el hoyo de las agujas. Mientras a mí me daba la risa y trataba por todos los medios de disimular la enorme alegría que me había proporcionado aquella mujer que había decidido pasarse por la cintura la embestida de aquel periodista, de escasa planta, pero con un poderío enorme con el micrófono.

En realidad, sería injusto no reconocerle a García su extraordinaria capacidad de trabajo y su decisiva actuación cuando decidió narrarnos las peripecias del frustrado golpe de Estado del indecible Tejero. He aquí, pues, una de sus intervenciones más celebradas por quienes incluso no soportaban que hablase tan mal. Pues aún hoy se reconoce que su oratoria era para echarse a llorar. Mas tampoco conviene olvidar que El Butano fue más bien un tipo que creó una red de chivatos con ambiciones desmedidas que luego sufrían sus delaciones con creces.

Cualquier favor que prestaba, a personas usadas por él, lo cobraba con intereses de usurero. Y, desde luego, quien escribe conoce perfectamente cómo solía comportarse cuando alguien se negaba a cumplir sus caprichos.
Vayamos con una de las anécdotas que tengo vividas con el personaje. Un día llamó al club entrenado por mí. La secretaria, la guapa María JoséTurró, me comunicó que el señor García requería inmediatamente mi presencia en el teléfono. Estaba yo en otra dependencia de la sede. Acudí a la llamada y oí como el hombre más poderoso de una España donde Franco se moría a chorros, me ordenaba que firmara a Crispi. Le dije que nones. Me amenazó. Y yo lo mandé al carajo. Sus berridos parecían encastados.
 

Imprimir noticia 

Volver
 

 

Portada | Mapa del web | Redacción | Publicidad | Contacto