Mis queridos diocesanos:
La celebración del Día del Seminario tiene un fuerte
contenido eclesial. Una comunidad cristiana sin sacerdote
queda en situación de orfandad, de ahí la importancia
radical de suscitar vocaciones para el ministerio
sacerdotal. Cada comunidad parroquial debe tener al menos
una vocación sacerdotal. El Seminario es obra de todos los
miembros de la Iglesia Diocesana, y todos estamos llamados a
colaborar desde la vocación y misión recibida de Dios.
1. En tu nombre echaré las redes
El tiempo en que estamos viviendo no nos permite la
inhibición ni es el propicio para las lamentaciones y los
recelos. Las nuevas instancias y los nuevos retos que nos
presenta nuestro mundo están reclamando la presencia del
testimonio con nuestra fe y la acción serena y confiada de
los que se saben seguros y fuertes en el amor que Dios nos
tiene. En su nombre hay que echar diariamente las redes,
repitiendo el gesto de Pedro (cf. Lc 5,5), que pone de
manifiesto la fe en el amor que todo lo puede.
Los profetas fueron llamados por Dios y contestaron: “Aquí
estoy, mándame” (Is 6,8), “Habla, Señor, que tu siervo
escucha”(1 Sam 3,10). María, la Virgen, respondió con
prontitud: “Hágase en mí según tu palabra” (Lc 1,38). Los
primeros apóstoles fueron llamados por Jesús “y dejándolo
todo, le siguieron” (Lc 5,11). Estas llamadas y respuestas
tienen como motivación fundamental el Amor de Dios y el Amor
a Dios.
2. Sacerdotes, testigos del amor de Dios
En esta dirección está orientado el lema escogido para la
campaña del Día del Seminario del 2007: “Sacerdotes,
Testigos del Amor de Dios”. Toda vocación sacerdotal nace,
en efecto, del Amor de Dios que impulsa a consagrar la vida
al servicio de los hermanos; sólo apoyados en Él se puede
correr la aventura del sacerdocio que prolonga en la
historia la misión de Jesucristo.
Vosotros, queridos sacerdotes, estáis llamados a ser, de una
manera especial, testigos del amor, a través de una vida
plenamente identificada con Cristo. De esta manera, el
testimonio de vuestra entrega y la fidelidad a vuestro
ministerio será la mediación más adecuada de la llamada de
Dios que convoca un servicio pastoral y desinteresado de la
Iglesia.
3. Hemos creído en el Amor de Dios
Los sacerdotes no sólo son los hombres de lo sagrado sino
testigos cualificados del amor de Dios, amor pascual,
redentor y resucitado, cristológico y eclesial y, en
definitiva, trinitario. Para poder ser testigos y maestros
de la Iglesia, siervos y pastores del Pueblo de Dios, y para
poder desarrollar su dimensión esponsal, necesitan dejarse
trabajar por el Espíritu Santo. Únicamente así serán hombres
de fe, profetas de esperanza, artífices de comunión y
siervos de la caridad.
4. La voz inconfundible de Jesús sigue sonando
Este año en la Iglesia española y en nuestra Diócesis de
Cádiz y Ceuta, celebramos el Día del Seminario durante los
días 18 y 19 de marzo. Esta celebración nos invita a
considerar, desde la fe y el amor, la importancia de la
vocación sacerdotal para el Pueblo de Dios y nos recuerda el
deber de orar por la comunidad de nuestro Seminario
Diocesano de San Bartolomé.
Hoy como ayer sigue sonando la voz del Maestro que invita a
todos los hombres a ser sus discípulos y como ocurrió con
Simón Pedro y Andrés (cf. Mc 1,16-20), también hoy, a través
de los distintos acontecimientos y la multiplicidad de
situaciones que genera nuestra sociedad actual, los oídos de
la fe saben captar la llamada especial de Jesús que invita a
dejar las redes, a ir tras Él y colaborar en su misión de
convocar y reunir el nuevo pueblo de Dios.
5. Fuertes motivos de esperanza
La realidad de nuestra Diócesis, contemplada en el contexto
más amplio de la Iglesia universal, con la presencia de 19
seminaristas mayores constituye un fuerte motivo de
esperanza. En nuestra preocupación, que hago extensiva a
todos los diocesanos, está el disponer, potenciar y
actualizar los distintos medios y la instituciones
necesarias para el cuidado de las vocaciones y la
preparación adecuada de los candidatos al sacerdocio (cf. Od.
11,2).
Las profundas mutaciones que se producen en el seno de
nuestra sociedad actual y las nuevas condiciones en que los
sacerdotes han de ejercer, en el presente y en el futuro, su
ministerio, nos urge a una búsqueda continua de los medios
más apropiados para que los aspirantes al sacerdocio lleguen
a ser hombres de fe probada y testigos del amor de Dios, con
una profunda experiencia de Dios y con una formación
teológica pastoral que los capacite para interpretar
correctamente los signos de los tiempos y para responder a
las necesidades que emergen en el interior de nuestra
sociedad. Tal empresa merece el aprecio y la colaboración de
toda la comunidad diocesana, consciente de que en este campo
se debate una buena parte del futuro de nuestra querida y
amada Diócesis de Cádiz y Ceuta.
6. Compromiso en el fomento de las vocaciones
Nuestra Diócesis debe estar comprometida en el fomento de
las vocaciones como algo irrenunciable, una tarea que nos
afecta a todos los miembros de la comunidad diocesana:
sacerdotes, familias cristianas, educadores en le fe,
comunidades orantes, pastores y fieles.
La vocación sacerdotal, don de Dios, es una experiencia de
amor, el amor de predilección de Jesucristo que compromete a
una respuesta de fidelidad en el amor. El sacerdocio es
vocación de generosidad a Cristo, a la Iglesia y a los
hombres, necesitados de misericordia de Dios; es participar
en el mismo género de vida de donación de Jesús.
Solamente desde una entrega sin condiciones ni reservas
egoístas resulta posible la misión del sacerdote. Se trata
de una entrega de fidelidad a los tesoros del amor que Dios
deposita en cada uno de los llamados al sacerdocio
ministerial de su Hijo: el Evangelio, el Cuerpo y la Sangre,
el ministerio de la Reconciliación, el representar a los
hombres en todo lo que mira a Dios.
7. ¡Jóvenes creyentes!
Es de agradecidos responder a la vocación de amor
siguiéndola con entera disponibilidad.
Responded a la llamada del amor de Dios en el momento,
ambiente y realidad en que os encontréis. Todos, y cada uno,
tenéis la obligación y la alegría de dar, y de ser respuesta
al Dios que nos ama y que nos llama.
Aprended del mismo Jesús a luchar contra el mal, a vivir el
programa de las bienaventuranzas, a convertirnos con la
fuerza del Espíritu en transformadores eficaces del mundo.
Como Pastor de esta Iglesia de Cádiz y Ceuta, confío,
queridos jóvenes y adolescentes, en vuestra responsabilidad
cristiana y a ella apelo. Pido a Jesucristo, sumo y eterno
sacerdote, que os infunda su Espíritu de fortaleza para
responder con generosidad a quien os llama a un ministerio
de amor y de entrega. No defraudéis a la Iglesia, cuyo
porvenir habéis de asumir vosotros. Asumidlo ya siendo
fuertes en la fe y generosos en la entrega al servicio de
Cristo, que busca obreros para la abundante mies.
8. Diocesanos todos
Os invito a reflexionar una vez más sobre la importancia y
el significado del Seminario, la necesidad de vocaciones, de
crear un ambiente propicio para fomentarlas y de ayudar a
que puedan madurar con la formación espiritual e intelectual
que proporciona el Seminario.
Os pido que oréis por los futuros sacerdotes, testigos del
amor de Dios, y por sus formadores, y ofrezcáis vuestra
generosa colaboración económica.
Reza por vosotros, os quiere y bendice,
+ Antonio Ceballos Atienza
Obispo de Cádiz y Ceuta
Cádiz, 12 de febrero de 2007.
|