¿Qué tal el Carnaval ceutí? Por
estos lares llevamos semanas de celebraciones callejeras,
porque, los andaluces son, somos, muy fiesteros y nos
encanta pasear y vivir las calles y más cuando se animan con
disfraces, murgas, comparsas y chirigotas. Y encima no nos
censuran las letras de los cánticos, por más que, muchas de
ellas o la mayoría, puedan ser atrozmente mordaces y
cargadas de retranca. Don Carnal y Doña Cuaresma son bula
implícita, patente de corso, apología del disparate e
incitación a la creatividad. No como en su ciudad de ustedes
cuando, el pasado año, hicieron por vez primera en la
historia de la democracia y de sus libertades, escándalo y
escarnio de la inocente copla de unos Polluelos burlones y
descarados, demostrando a nivel nacional el sombrío sentido
del humor de las autoridades ceutíes. En el resto de nuestra
piel de toro se cantan barbaridades y la gente se troncha,
se ensañan con políticos locales y los damnificados se mean
de risa, arremeten contra lo divino y lo humano con sano
sentido del “todo vale en las mascaradas” suenas los
caramillos, resuenan las guitarras y a ver quien la lía más
para provocar la carcajada o el sarcasmo y llevarse para la
casa de uno la risa de la gente.
He escuchado coplas y coplillas arremetiendo contra las más
altas instituciones, sin censura ni tijeras de por medio,
sin escándalos amañados y ventajistas, ni personajes o
colectivos tratados con rechifla convertidos en agraviados.
Les digo que, la culpa de todo la tuvieron los Polluelos por
ser payos y no gitanitos, si llegan a ser gitanos y meterse
con el mismo lucero del alba no hubiera habido quien les
tosiera, por aquello de no molestar a las minorías étnicas,
aunque con los calés no hay problemas porque, si les tosen
este año, el año que viene la lían aún más gorda, como
respuesta racial y salerosa, los romanís no viven del
victimismo, porque no les gusta, les da vergüenza. ¿Qué si
hago apología de la gitanería? No, yo sencillamente expongo
hechos ciertos y empíricamente demostrados y el hecho es
que, la raza gitana, ni va de víctima, ni vive de explotar
sus complejos, aunque sí vive de explotar arte, duende y
españolidad ¡ele!. Pero voy a lo mío que es ensalzar los
carnavales y las guirnaldas de luces que revientan en
cromatismo las calles. Me siento frente a un café viudo con
dos cápsulas de fucus para quitar la agonía de churros, en
el café Central y contemplo el macroescenario instalado en
la plaza, oigo las coplas y río con satisfacción ante todas
y cada una de las barbaridades o de las poéticas
vulgaridades que aúllan las murgas. La creatividad andaluza
es fecunda, las músicas alegres, las letras chispeantes en
su bella mordacidad y la gente pone mucho duende a la hora
de disfrazarse, sobre todo si aparece alguna drag queen con
ese tipo de disfraces elaborados y carísimos, que son
auténticas obras de arte ¡más bonitos! ¿Qué si yo me
disfrazo? No. Como mucho de párvula me vistieron de demonio
para una función infantil porque mi fisonomía era la más
adecuada de entre las educandas para plasmar el personaje y
luego, más mayorcita, de gato, pero era un disfraz muy cutre
y parecía una anguila escuálida y encima ni con alambre
consiguieron sostenerme el rabo que me arrastraba.¡Más
horrorosa! Quien si se disfraza es mi ahijada Paula Pineda,
la hija de Gabriel, porque cada año aparezco con un disfraz
Disney y la niña es una diminuta belleza, con un porte que
no se puede aguantar. Hoy precisamente se va mi chiquitillo
a Cádiz en un autobús fletado por la Universidad junto a sus
compañeros ajedrecistas, van todos vestidos de chinos
porque, como son niños muy serios y talentosos les pega
mucho.
Otros, los de baloncesto dicen que van de 11 8 88 ¡Para
verlos!. En fin, a disfrutar de las fiestas, a ser felices
y, antes que nada, sentirse libres porque, sin libertad, la
vida es una puta pena.
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