Mis relaciones con Pedro
Gordillo se rompieron un día, de hace ya bastantes años,
a raíz de que una autoridad le achacara un mal proceder
contra mí. En vista de que lo ocurrido era grave, a partir
de entonces estuve esperando que PG me diera las excusas
correspondientes.
Lo cual no ha sucedido aún. Aunque nunca me ha quitado el
sueño semejante comportamiento del presidente del PP. Más
bien ha sido un motivo excelente para constatar si estaba
intacta mi capacidad de perdonar afrentas. Y he vuelto a
descubrir que, a pesar de los años, sigo teniendo una
facilidad pasmosa para decir pelillos a la mar.
El perdón llega cuando uno se da cuenta de que no hacerlo
genera odio, y la obligación de odiar dicen que acorta
siniestramente una vida que ya de por sí es corta. Y aunque
sea por egoísmo bien merece la pena dar ese paso. Si bien no
significa que uno olvide.
Tal vez porque amigo de las frases hechas, por más que estén
tan mal vistas, uno gusta de esas que nos recuerdan que los
sabios perdonan pero no olvidan. Mientras los tontos ni
perdonan ni olvidan; y los ingenuos perdonan y olvidan. En
realidad, como ustedes pueden colegir, cualquier decisión
que tomamos es pensando siempre en los beneficios que nos
puede reportar. Ya sean éstos físicos, materiales o capaces
de estimular nuestro ego.
Pues bien, volviendo a Pedro Gordillo diré que aunque ya
antes habíamos cruzado algunas palabras (las justas y por
hallarnos en situaciones donde otras personas merecían un
comportamiento educado por nuestra parte), fue días atrás
cuando él se dirigió a mí por vez primera para tenderme la
mano, con cierta efusividad, y darme explicaciones sobre
cierto tejemaneje periodístico. Ni que decir tiene que yo no
se las había pedido. Faltaría más.
Y lo hizo sin ambages. Es decir, en corto y por derecho.
“Mira, Manolo, te puedo asegurar que de ninguna manera formo
yo parte de ese periódico del cual se está hablando que va a
salir muy pronto”.
Mi respuesta fue la siguiente: a mí no se me ha ocurrido
escribir que seas tú persona muy principal en ese proyecto.
Aunque es cierto que los hay que no cesan de propalar los
muchos intereses que tú tienes en ese medio cuyo nacimiento
parece inminente. A lo mejor están usando tu nombre con
fines interesados. Y si es así, y además contra tu voluntad,
bien harías en cortar semejante bulo. Por razones varias y,
desde luego, ningunas encaminadas a beneficiarte.
Tras intercambiar otros comentarios, con aires de telegrama,
nos despedimos. Y la verdad es que a mí me quedó la
impresión de que ambas partes habíamos dicho lo sucinto en
relación con un asunto que huele a guano. Del cual, por
razones obvias, el presidente del PP debe saber mucho más
que yo. Sin duda. Decir lo contrario sería pecar de ingenuo.
No obstante, y dado que PG suele atribuirme una gran
captación intuitiva, y ello es algo que no me desagrada,
estoy en condiciones de comunicarle que me da a mi en las
pituitarias que un amigo común puede que esté metido de hoz
y coz en esta empresa. Y, claro, estoy tentado de llamarle a
Murcia para ver si consigo que me aclare, de una vez por
todas, todo lo concerniente a la Manzana del Revellín. Líos
y trapicheos que han existido al respecto y que él guarda en
su caja fuerte como oro en paño.
Y, cómo no, preguntarle a Adolfo Espí si, su probada
afición a la lectura y sus más que comprobados deseos de
repetir suerte como editor de periódico, le han hecho
aceptar algún papel en este nuevo medio.
Como verá Pedro Gordillo, la intuición que me adjudica es la
que me permite dirigirme a Adolfo Espí. Lector del Oasis. Y
seguro que obtendré respuestas inmediatas.
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