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OPINIÓN - VIERNES, 16 DE FEBRERO DE 2007

 
OPINIÓN / SNIPER

Monarquía bananera

Por J.L. Navazo


Como ya sabía desde el día anterior, había movida en la zona fronteriza. Los numerosos controles al salir de la redacción para cruzar el Tarajal en la madrugada del jueves me lo confirmaron. En la parte española, un retén de jóvenes guardias civiles ostensiblemente equipados con material antidisturbios (eran los 0.45 de la madrugada), mientras ya en el otro lado caras nuevas en los controles (duplicados) y unas cuantas furgonetas de la DST aparcadas en los arcenes de la carretera hasta la entrada de Tetuán. Y sin embargo el único incidente que conozco en el perímetro fronterizo fue el de finales de enero, cuando un fornido subsahariano, equipado con una estaca y una enorme escalera, burló la vigilancia llegando hasta la valla donde intentó saltar hacia Ceuta, ciudad querida. Muy desesperado tenía que estar el hombre. Ése si que le echó pelos y huevos al asunto, no como algunos que yo me sé. Total, que a base de pelotazos de goma desde aquí y tirones desde allá, el individuo fue capturado y reconducido.

Pensaba yo en eso por la mañana mientras me desayunaba, vía internet, con las noticias venidas de la corruptísima y fanatizada República Islámica de Mauritania (ahí al lado, frente a Canarias), así la defino porque la conozco. Envalentonada con una política de relaciones exteriores española caótica, errática y tercermundista, los caraduras de Nouakchott extorsionan al ministerio del Interior que se presta a financiarles con 600.000 euros del ala. Mientras, las autoridades españolas son incapaces de asegurar unas mínimas condiciones laborales a los 80 miembros de la Policía Nacional desplazados a ese idílico país, que deben pasar tres noches a la intemperie, comprar la comida a vendedores ambulantes y aliviar el vientre a campo abierto, como los animales. Muchas cosas no funcionan en este país y alguien debería empezar a responsabilizarse del desaguisado. Lo siento por Don Juan Carlos, pero el régimen español se va pareciendo cada vez más (hasta que se declare la próxima república) a una ¿monarquía bananera?

Más tarde y haciendo lo que me gusta, perrear por ahí y tomar el aire, me encuentro por las calles de la Blanca Paloma a un grupito de conocidos. Tras los besos (en la cara, ¿eh?, que uno es muy casto) y abrazos (la cultura mora es detallista y cariñosa), me preguntan sobre qué pueden hacer para ir a España. ¿Y eso? -les contesto-. “Mira amigo –se explican-, político Caldera dise que hasen falta 200.000 emigrantes nuevos para trabajar”. ¡Ah!, ya me doy cuenta: ¡el imparable efecto llamada!
 

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