Juan Vivas ha cumplido seis años
como presidente de la Ciudad Autónoma. Lo cual ha sido
aprovechado por Antonio Gómez, director de este
medio, para hacerle una entrevista. Y la verdad es que le ha
quedado muy bien. Máxime cuando uno sabe que el presidente
jamás se sale del guión establecido y responde siempre de la
misma manera a las preguntas que siempre se le vienen
haciendo desde que participó en el voto de censura al GIL.
Ello demuestra que goza de una memoria privilegiada y que no
está dispuesto a que le cojan en ningún renuncio. De ahí que
siga pensando que hizo muy bien en primar a todas aquellas
personas que tanto colaboraron para que Jesús Gil y
Antonio Sampietro pudieran hacer su agosto en esta
ciudad.
Estoy de acuerdo con el presidente en cuanto a que hubiera
sido una canallada perseguir a quienes se convirtieron en
apologistas de un partido cuya única razón de existir era el
trinconeo. Y cualquier duda al respecto ha quedado más que
aclarada con la Operación Malaya.
Hasta el punto de que muchas veces pienso qué hubiera sido
de Ceuta si Luis Vicente Moro, en su mejor actuación,
no hubiera urdido la trama conveniente para acabar con el
poder de los gilistas. Ahora bien, una cosa es no ensañarse
con quienes paseaban la ciudad montados en camiones
preparados para engatusar a las gentes, y otra es haberles
ayudados a escalar puestos en sitios donde trabajan poco y
ganan mucho dinero. Pues eso tiene un nombre: disfrute de
canonjías.
En este caso, y lo sabe bien el presidente, no entiendo las
razones por las cuales se tupió esa trágala. Mejor dicho:
creo saberlas; pero siguen sin parecerme que hubieran sido
necesarias para desalojar del Ayuntamiento a quienes venían
con ánimos de llevarse incluso los sillones del salón del
trono.
Otra pregunta, que Juan Vivas despacha siempre con las
mismas palabras, es la correspondiente a José María Aznar.
Nuestro presidente se deshace en elogios hacia la figura de
alguien que pasea territorios estadounidenses cual si fuera
un Lafayette redivivo. A mí me gustaría que JV, si le
vuelven a preguntar por JMA, contestara que está hasta los
cojones de hablar de éste. Tal y como me dijo a mí, durante
una entrevista, la guapa Carmen Romero, delante de
María del Carmen Cerdeira: “Manolo, estoy hasta el moño
de que me pregunten por Felipe González. Menos mal
que tú no los ha hecho”. Y a partir de ahí pude yo disfrutar
de las ocurrencias de aquella Carmen, sevillana, que nada
tenía de cigarrera, y mucho de mujer española.
Lo que sí es verdad, una indiscutible verdad, es que JV ha
conseguido, entre otros muchos logros, que la institución
sirva para arreglar los problemas de los ciudadanos y nunca
para ser escenario de escándalos. Una especie de pista de
circo donde los plenos parecían más bien funciones
tragicómicas. Y que conste que esas representaciones no
fueron exclusivas de la época del GIL. Ya que mucho más
atrás, cuando a mí me daba por cubrir los plenos, el
espectáculo circense también estaba más que asegurado.
De ellos, de aquellos plenos tumultuosos, podría muy bien
escribirse una comedia tan divertida como grotesca y cuyo
éxito estaría más que asegurado. Me parece estar viendo la
figura de aquel alcalde, atrabiliaro y tronante, reclamando
la presencia de policías locales para desalojar de la sala a
quienes tampoco daban muestras de ser muy respetables. ¡Qué
tiempos!... Unos tiempos a los que algunos quieren volver
para protagonizar indecorosas pajarracas en los plenos.
Juan Vivas ha cumplido seis años en el cargo y se le auguran
cuatro más con mayoría absoluta. La cuestión, créanme, no
tiene vuelta de hoja.
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