Las relaciones diplomáticas entre Israel y el mundo árabo-islámico
no son precisamente fáciles. En lo que a Marruecos respecta,
hay al menos tres factores que inciden en la balanza: la
existencia de una amplia comunidad en Israel de orígen
marroquí; la aportación tecnológica israelí a en el
equipamiento defensivo levantado por las FAR (Fuerzas
Armadas Reales) en los muros del Sáhara; la titularidad de
la presidencia del comité “Al Quods” (Jerusalén), que recae
en el Rey de Marruecos.
Las construcciones en marcha, anunciadas por las autoridades
israelíes como de “refuerzo” a la zona de la esplanada del
Templo (zona de alto valor religioso para las dos
confesiones, judía y musulmana), están sien do duramente
contestadas por la población palestina, encontrando amplio
apoyo entre los más de 1300 millones de musulmanes del
mundo. En este sentido y en lo que parece una escalada de
tensión entre ambos países, el Reino de Marruecos advertía
el 12 de febrero en el Consejo de Seguridad de las Naciones
Unidas que las excavaciones israelíes constituían “una
flagante violación de la legalidad y del derecho
internacionales”. El propio Mohamed VI, en un gesto inusual,
exigió al gobierno israelí “la suspensión inmediata” de las
obras.
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