Está visto que el carruaje del
cuerpo humano se crece con ideas y se recrea con los
sentimientos. Naturalmente, el gas de la vida nos lo da el
entusiasmo que pongamos en nuestra manera de obrar y decir.
Lo que hay que saber discernir son los modos de llegar a ese
lenguaje, propio de una buena salud mental, en busca de
aquello que se desea o en lo que se cree.
Estos días la Pasarela Cibeles ha sido noticia. Creo que
para bien. La expresión de imágenes por la que ha optado,
rechazando modelos por su extrema delgadez, me parece que es
una buena manera de entusiasmarnos y de educarnos, (todos
sabemos lo que las modas inciden sobre nosotros), hacia un
canon de modelo de belleza, más indicativo de buena salud, o
en todo caso, que para nada induce a esa enfermedad tan
extendida en los países de la opulencia como es la anorexia.
Indudablemente no hablo de la salud de las modelos, sino de
la imagen que se quiere transmitir como bello.
Cuestión distinta. Por muy pujante que se vea el arma de la
belleza, desdichada la modelo que tome como modelo solamente
este recurso para el triunfo. Hay hermosuras como puede ser
el estilo, la forma de estar y ser, que nos gana los
corazones para siempre.
También es de agradecer el entusiasmo que se ha tomado el
Instituto Nacional del Consumo presentando la tecnología que
se va a utilizar para la realización del estudio
antropométrico de las mujeres españolas (habría que pensar
también en los hombres) con vistas a la homogeneización de
las tallas de las prendas de vestir, en cumplimiento del
acuerdo suscrito recientemente entre el Ministerio de
Sanidad y Consumo y los empresarios y creadores de moda, con
el objetivo de facilitar a los consumidores una información
veraz, homogénea y comprensible y promover una imagen
saludable. Yo considero, y es un juicio subjetivo, que el
mundo de la moda ha prestado, hasta ahora, mayor atención a
los delgados y jóvenes. Sólo hay que pasear la mirada por
los escaparates. Algo, por otra parte, inalcanzable para la
mayoría de las personas. Esto, evidentemente, puede
desesperar y contribuir a trastornos de salud graves en
aquellas mujeres (u hombres) que quieren optar por el
disfrute de esa moda que, curiosamente, ella no les suele
tener en cuenta.
Esperemos, pues, que la cuestión cambie para gozo, más que
para una imagen saludable, que también, para una salud que
de valor a todos los ceros de la vida.
Llenar la vida de entusiasmo, huyendo de modas que no llevan
belleza alguna, es tan vital como urgente para dejar de
morirse en falsos deleites, poder dormir sin miedo, soñar
feliz y despertarse sin angustia. Hemos caído en frenesíes
que causan bochorno, como puede ser el de la violencia (el
ojo por ojo), que es una verdadera locura, o en el de la
moda cuando se convierte en esclavitud (el consumo por el
consumo), verdaderamente cavernícolas. Sin embargo, hay
otras pasiones civilizadas, es decir saludables, como puede
ser el amor que el bien despierta, que cada día desfilan
menos por las pasarelas del mundo. Se ha perdido la
admiración por la persona moderada que es el que es
realmente dueña de sí y sabe dominarse.
En la vida es fundamental templar ánimos para consensuar
posturas. Atmósfera que debiera tener más en cuenta la clase
política de nuestro país. Quizás nos falte más humildad,
imprescindible para que nos gobierne la armonía, y también
más corazón. Cuando la belleza interior apenas se considera
como signo de salud, todos los esfuerzos encaminados a
mejorar el aspecto físico es un mal arreglo.
Desde luego, creo que es un pésimo ajuste de vida, tanto la
indiferencia ante las sombras y amenazas como empeñarse en
avivar fuegos, donde hay calma. Extrapolándolo a la movida
actual de la organización territorial del Estado, por
aquello de hacer símil con la pasarela del articulado
constitucional, considero que no teníamos ninguna necesidad
de cambio estatutario, primero en tan corto espacio de
tiempo, y segundo porque las normas institucionales básicas
de cada Comunidad Autónoma contienen competencias
suficientes dentro del marco establecido
constitucionalmente, así como denominación, organización y
sede de las instituciones autónomas propias, delimitaciones
y denominación ajustada a su identidad histórica. Quizás nos
debieran apremiar otros entusiasmos de salud más patriótica
en la nacional pasarela, como puede ser la unidad de todos
con todos y unos poderes públicos menos intervencionistas en
la vida de las personas.
Al fin y al cabo, sólo hay un entusiasmo que nos interesa a
todos, fomentar la belleza. Como bien dijo Ernesto Sábato:
“lo admirable es que el hombre siga luchando y creando
belleza en medio de un mundo bárbaro y hostil”. Esto no
debiera pasar de moda. Seguro que están de acuerdo los
modistos. Pelear por el espectáculo de lo bello, más
interior que exterior, (téngase en cuenta que lo primero es
un encanto que se enraíza, lo segundo es un encanto para un
instante), es de lo más anímico.
Por el contrario, pacificar entornos y organizaciones, lo
que exige poner la inteligencia al servicio del amor al
Estado, estimo que debiera ser fe de vida; puesto que la
pasarela constitucional, pienso, que es un reconstituyente
que también hay que poner de moda. Para ello, tenemos como
bien nos ha recordado la ministra de Cultura colombiana
Elvira Cuervo de Jaramillo, al dar a conocer la programación
del IV Congreso Internacional de la Lengua Española a
celebrar el próximo mes de marzo, la importancia del español
como lengua de consenso y de diálogo; lengua que aunque
todos los españoles tenemos el deber de conocerla y el
derecho a usarla, en ocasiones también se pone en
entredicho. En todo caso, suplico, según lo expuesto, que no
nos falte el entusiasmo lingüístico del buen fondo y mejores
formas; sobre todo aquel que es inherente a la vida. O sea,
el que sana. Lo necesitamos a más no poder en la España,
madre y con eñe.
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