Espectacular el artículo de ayer
de mi compañero y amigo Jorge Pérez Blanca sobre la libertad
de expresión en Ceuta. Rigurosos y con un punto de sequedad,
sin dejar de ser apasionados y raciales, todos los artículos
de este hombre de bien, que hace encajes de bolillos con el
idioma, estira el verbo y el sustantivo, acopla la frase al
pensamiento y el pensamiento al sentimiento hasta el punto
de que no se sabe donde comienza uno y acaba el otro. Hoy,
tras la lectura de sus últimas líneas, he decidido agitarle
el botafumeiro, con auténtico fundamento y aunque el
incienso le atufe y huya del halago como de aguas bravas.
Porque ya se sabe, que, los halagadores oficiales y los
tiralevitas oficiosos son una especie de especuladores a
largo plazo que siempre esperan obtener dádivas o prebendas
a cambio de sus quiebros de cintura y de sus cabezazos.
Como a mí este ser de letras no va a darme estrictamente
nada aparte de, si un caso, invitarme a comer en su casa
cuando me caiga por Ceuta y después hacer tertulia de
rebotica antigua ante el café. Exacerbando mutuamente
nuestra españolidad hasta que, el guapetón hijo de Jorge que
es un prodigio imaginativo a nivel compositor porque, de
casta le viene al galgo, tenga que arbitrar soluciones
intermedias para que, a ninguno, nos dé una alferecía. Habla
mi compañero de menesteres de la libertad de expresión en
Ceuta y, desde la realidad andaluza, se hace raro oír y leer
la disertación, hasta el punto de que, un colega letrado me
pregunta con un punto de extrañeza si es que, en el sol de
España en África, existen a nivel Gobierno Autónomo puestos
institucionales de censores oficiales u oficiosos. Pero yo
me imagino que censores-censores destacados no existen, que
lo que debe existir es el melindre y el tiquismiquis, la
moralina onegetista e hipocrituela, tipo las señoronas que,
cada año, se apuntan al rastrillo benéfico madrileño,
abundante en títulos mobiliarios y escaso en indigentes,
donde, con una sola de las joyas o uno de los visones que
llevan las marquesonas que se meten de camareras a servir
tapas, delantal en ristre, porque es graciosísimo y muy
caritativo, con un adorno de esas pijas se tendría
alimentado a un pobre para un tiempo considerable. La
censura ceutí la presumo ñoña y cursi “No vaya a ser que…”
¿Que qué? ¿Qué se ofendan los que hacen del victimismo forma
y medio de vida? ¡Venga ya con la pamplinería ¡ Vergüenza
ajena siento y comprendo los arrebatos de Jorge Pérez
Blanca, que es como es, pero que, lo que sea y guste o no
guste, va por derecho, vistiéndose por los pies, cantándole
las cuarenta al lucero del alba y con la eximente total de
que, la verdad, es en él algo congénito y endémico, como la
malaria en África. No puede ser menos en esta raza nuestra
que es gazpachuelo cultural celtíbera, romana, goda,
visigoda, con su toquecillo fenicio y su adobe de Gárgoris y
Habidis. Este articulista de postín merecería mover el
esqueleto estos carnavales al son de “Numancia-Mix” cantado
por una coral de guerreros, santos y poetas.
Con Jorge Pérez Blanca no sirve el “Me gustas cuando callas,
porque estás como ausente”Muy poético, bucólico, pastoril y
adecuado en la moral de las ladillas “medrosas y
asustadillas”, sirve cuando es cañero y usa y abusa de la
moral de lacedemonio, nacido para el combate, que es algo
muy nuestro y muy de ser hombre cabal y de rezumar en los
sentires colores rojos y gualdas, o grana y oro. ¡Ele,
torero!
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