El Atlético de Ceuta sigue sin levantar cabeza, y ya van
trece jornadas las que lleva sin ganar, en un partido que
afrontaron con ganas pero sin pólvora. Y es que solo con
ganas no se suma de tres en tres.
Los rojiblancos saltaron al José Martínez Pirri muy metidos
en el encuentro, algo que sorprendió al filial bético, que
tardó en encontrar el sitio.
Los de Neva trenzaban jugadas de mérito, a base de
triangulaciones y combinaciones en banda, pero las ocaciones
no eran claras.
Por su parte, los verdiblancos probaban con tiros lejanos a
un Juanma que jugaba por el sancionado Ezequiel.
Pasaban los minutos y los ceutíes se esforzaban por mantener
el mismo ritmo que al comienzo. Fruto de la insistencia,
llegó la ocasión que buscaban los caballas; Anthony se
quedaba solo ante Casto, pero remataba flojo a las manos del
guardameta.
A medida que se acercaba el descanso, las ocasiones se
reducían a jugadas a balón parado, pero no encontraban
puerta.
Cuando parecía que el primer periodo iba a concluir con
tablas, llegó el primer gol de la tarde cuando ambos equipos
enfilaban los vestuarios. Álvaro, que recibía libre de marca
un envío desde la derecha, adelantaba a los de Chaparro
aprovechando el desorden de la zaga.
Un jarro de agua fría para los rojiblancos que se iban al
descanso por debajo en el marcador y con la difícil tarea de
la remontada.
En la reanudación el partido se volvió frío. Tan solo el
colegiado parecía entrar en calor y comenzó a mostrar
tarjetas. El primero en marcharse a los vestuarios antes de
tiempo fue el visitante Juande, por doble amarilla. El hecho
de jugar en superioridad numérica espoleó a los locales,
pero era un querer y no poder.
Fue algo efímero. Siete minutos después Marcelino fue
expulsado igualmente dejando a los suyos con diez.
Con el resultado en contra, el equipo local se la jugó y su
técnico puso toda la carne en el asador. Aún así no había
manera de devolver la igualada.
El Betis B, a pesar de defender con solvencia en resultado,
no se fiaba del rival y quería liquidar la contienda.
Lo incierto del resultado provocó que el partido se rompiera
y que los locales, a base de arreones, intentaran empatar el
choque. Pero no había manera de ver puerta.
Ante la impotencia, los ceutíes se fueron arriba a la
desesperada, dejando la parte de atras descuidada, lo que
les llevó a emplearse con dureza.
Cuando el partido se encontraba en tiempo de prolongación,
Álvaro puso la puntilla a los caballas al materializar con
elegancia una bonita jugada, muy protestada por la defensa
al estimar que había habido falta previa.
Un resultado que hace justicia a la eficacia rematadora de
unos y otros, y que sigue siendo la asignatura pendiente del
Atlético Ceuta.
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